Espías en conflicto

Jorge Torres

México está considerado como de alta prioridad en la agenda de las agencias de espionaje norteamericanas. Y la autorización para espiar a funcionarios mexicanos es del propio presidente de los Estados Unidos. Eso no es una novedad. Es parte del anecdotario de la administración del gobierno de México. Sus funcionarios de alto nivel lo saben. Y los espías y los militares mexicanos están conscientes de ello.
Cuando en octubre pasado se revelaron las operaciones de espionaje telefónico y electrónico que llevó a cabo la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA por sus siglas en inglés) en contra de Felipe Calderón cuando era presidente de la República y de Enrique Peña Nieto cuando éste era candidato a la presidencia, se desató un conflicto diplomático de dimensión internacional derivado de las operaciones de la NSA en Sudamérica y Europa.
El debate no cuestionaba la necesidad del espionaje, sino los objetivos que el gobierno norteamericano imponía en su agenda de inteligencia.
En México se supo que el ex presidente Felipe Calderón había sido víctima de una operación de inteligencia para intervenir sus correos electrónicos.
La operación “Flatliquid” fue considerada por el gobierno de Estado Unidos como un éxito de la NSA debido a que el correo del entonces presidente se había convertido en una “fuente lucrativa” para las agencias de inteligencia norteamericanas, como lo revelan documentos clasificados del gobierno de EU filtrados por el ex técnico de inteligencia Edward Snowden.
Ahora se sabe que Felipe Calderón fue un objetivo prioritario para el gobierno de Barack Obama y que la autorización para intervenir su correo electrónico llegó hasta las oficinas de la Tailored Access Operations, un departamento dedicado a objetivos especiales de la NSA.
El escándalo que desató esta revelación se aunaba a las filtraciones de septiembre pasado cuando se supo que el ahora presidente Enrique Peña Nieto había sido espiado cuando era candidato a la Presidencia de la República. Su teléfono había sido interceptado y sus llamadas telefónicas enviadas a las oficinas de la NSA para valoración de inteligencia.
Según documentos clasificados de la NSA en 2009 se echó a andar una operación de inteligencia llamada “Whitetamale” (Tamal Blanco) cuyo objetivo era establecer las capacidades y las operaciones de los funcionarios de seguridad del gobierno mexicano para combatir el narcotráfico y algunos de los delitos derivados de los cárteles mexicanos.
En el documento que ahora se hace público se establece el interés que mantiene la NSA en los funcionarios mexicanos. “El acceso a diversos funcionarios del gobierno (de México) es sólo el comienzo, pues tenemos previsto que para este objetivo tan importante todavía hay mucho por hacer”.
Un año después el correo electrónico de Felipe Calderón se convertía en una de las fuentes de información más importantes de las agencias de inteligencia de los Estados Unidos.
Desde que se reveló que las llamadas de Peña Nieto habían sido intervenidas, el gobierno de México se quejó tímidamente por la vía diplomática. Luego de las revelaciones del espionaje a Calderón, la embajada de los Estados Unidos envió un comunicado de prensa en el que no negaban el hecho pero se negaban a responder públicamente sobre lo que calificaron como presunto espionaje.
“El gobierno de los Estados Unidos responderá a través de medios diplomáticos a nuestros socios y aliados. No vamos a comentar públicamente sobre cada aspecto de una supuesta actividad de inteligencia.”
El gobierno de Peña Nieto ha pedido explicaciones a la administración de Barack Obama y aunque se sabe que ya ha habido encuentros diplomáticos, la respuesta de los norteamericanos ha sido la misma que ha recibido la Unión Europea: Nada.
Para los norteamericanos el espionaje se deriva de una lógica de Estado que es ineludible. Inmersos en esa lógica han desarrollado un pragmatismo político que no admite límites morales para una actividad que se deriva de la agenda de riesgos de su país.
En ese orden de ideas le respondieron a los europeos: “Ustedes nos piden explicaciones de cómo funcionan nuestros sistemas de inteligencia, pero entonces nosotros les preguntaremos a ustedes cómo funcionan los suyos”, le dijo un funcionario de inteligencia norteamericano a un grupo de diplomáticos europeos luego de las revelaciones de espionaje a organismos de la Unión Europea.
El debate, que ya domina la agenda política en Europa y América, se deriva sobre todo de lo que dijo a finales de octubre un funcionario del gobierno francés sobre la actuación de la NSA: “No es que seamos ingenuos, ya sabíamos que nos espiaban, ¡pero esto es demasiado!”.
Estados Unidos se metió a los teléfonos de los líderes mundiales y las explicaciones diplomáticas son insuficientes.
“Ya no estamos en la guerra fría”, dijo el portavoz de la Canciller alemana, Angela Merkel, víctima del espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional.
El debate pero sobre todo el bochornoso hecho de haber sido sorprendido vigilando con tecnología a los aliados, ha motivado que el gobierno de Estados Unidos acepte revisar sus protocolos de inteligencia para “garantizar un equilibrio adecuado entre la preocupación por la seguridad y la privacidad”.
Para Bernard Squarcini, ex jefe de la inteligencia francesa, el escándalo mundial se ha sobre dimensionado. No hay novedad en el frente del espionaje, dijo este veterano ex miembro de los servicios de inteligencia que se mostró en declaraciones de prensa “abrumado por la desconcertante ingenuidad” de los mandatarios mundiales. “Las agencias (de inteligencia) saben perfectamente que todos los países, incluso aunque cooperen en la lucha contra el terrorismo, espían a sus aliados. Estados Unidos nos espía a nivel comercial e industrial (a Francia), al igual que nosotros los espiamos a ellos, porque defender nuestras empresas es un interés nacional. Nadie es inocente”.
Squarcini echa mano del argumento de los norteamericanos cuyo eje rector es la vieja idea de que el espionaje surge de una lógica de Estado, amoral y pragmática. Y en un contexto en el que “nadie es inocente”, resulta prácticamente imposible que las operaciones de la NSA sean sancionadas.
En el discurso diplomático la administración de Barack Obama tendrá que ceder y comprometerse a revisar las acciones y los objetivos de sus agencias de inteligencia pero en los hechos los espías norteamericanos endurecerán sus protocolos de recopilación y resguardo de la información secreta que obtienen mediante la tecnología y la infiltración.
Estamos ante una renovada y tecnologizada guerra fría.
Las primeras declaraciones de la administración de Enrique Peña Nieto fueron en el sentido de que se habían reforzado los sistemas de seguridad para no comprometer las comunicaciones relacionadas con los temas de seguridad nacional.
Otra de las acciones que tomó el gobierno del presidente Peña Nieto fue la investigación interna para establecer si existió alguna responsabilidad de funcionarios mexicanos en la vulneración de las comunicaciones de Felipe Calderón y del propio Peña.
No es nueva la colaboración entre agentes del servicio de inteligencia mexicano y las agencias norteamericanas como la CIA y la DEA, y la dirección de Contrainteligencia del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) deberá establecer si la colaboración entre espías mexicanos y estadounidenses se corrompió.
El gobierno mexicano mantiene una dependencia en términos de inteligencia con el gobierno norteamericano. Lo que los funcionarios de seguridad de México han llamado cooperación de inteligencia entre ambos países, en realdad se circunscribe a un protocolo de recepción de información que le administran las agencias de inteligencia de Estados Unidos.
Son los estadounidenses los que les han suministrado tecnología a los funcionarios del gobierno en las últimas décadas. Tecnología que ha servido para el espionaje doméstico en México.
El ex presidente Felipe Calderón acumuló una enorme lista de funcionarios y políticos que fueron espiados por su gobierno, utilizando la tecnología que la DEA y la CIA le proporcionaron, por lo que resulta ingenuo pensar que las comunicaciones internas con sus funcionarios no iban a ser escuchadas por sus “aliados” en las oficinas de la NSA.
“Nadie es inocente”, dijo el veterano ex jefe de la inteligencia francesa, Bernard Squarcini, una lección que sin duda tendrá que aprender el presidente Enrique Peña Nieto en lo que resta de su administración.

reportemedia.com