Chile: proyecto hidroeléctrico Alto Maipo amuralló un pueblo entero a su paso

Rodrigo Soberanes

En El Alfalfal, un pequeño poblado del Cajón del Maipo, camino hacia la cordillera de Los Andes, está la escenificación de la polémica social por el proyecto hidroeléctrico Alto Maipo, que tiene un avance del 27% y enfrenta un recurso de protección en la Corte Suprema. Las casas de los habitantes de este lugar quedaron entre una muralla que supuestamente los aisla del ruido y la contaminación, pero los testimonios y las escenas de los pobladores encerrados narran una historia de desesperación y promesas incumplidas.

Santiago, Chile.- Camino a Los Andes, en el cajón del Maipo, hay una muralla cerca del río Colorado. Por fuera se ven algunas máquinas, polvo y se escucha ruido. La lógica dice que al otro lado de esa extensa franja rojiza que mide cuatro metros debe estar el resto de la faena. Pero no, lo que hay dentro es un pequeño pueblo encerrado.

Es El Alfalfal, está en uno de los siete puntos clave del proyecto hidroeléctrico Alto Maipo y quedó en medio de este muro hecho de tablones con aislantes acústicos que obliga a peatones, automovilistas y rebaños a buscar una puerta de salida para salir del pueblo.

“Estamos totalmente encerrados. Estamos como leprosos o como en una cárcel”, es la queja de Rubén Arenas Sanmartín, un habitante de este pueblo, quien habla desde una colina donde se alcanza a ver el murallón completo.

Alto Maipo no lo ve como una muralla, sino como una forma de proteger al pueblo. “Es una barrera acústica. Es algo que la autoridad nos impuso para resguardar a la comunidad”, dirá más tarde Marcelo Grifferos, el representante de la empresa del proyecto Alto Maipo, la norteamericana AES Gener, que construyó también la polémica planta termoeléctrica Las Ventanas, en la V Región.

En 2009 esa obra fue detenida por la Suprema Corte por considerar ilegal su construcción porque no garantizaba el respeto al medio ambiente exigido por las normas chilenas. Y la revista The Clinic documentó cómo esa empresa intentó cubrir depósitos de carbón en un estero utilizando pintura.

Lo que se construye en El Alfalfal es una “cámara de carga”, es decir, una pequeña presa que va a almacenar agua del río Colorado y va a nivelar las filtraciones que correrán dentro de tubos hacia la planta hidroeléctrica Las Lajas. Y para ello, según la empresa, la Resolución de Calificación Ambiental les impuso la obligación de construir un muro que habría de aislar a la población del ruido y la contaminación.

Donde estaba una cancha de futbol y un bosque, habrá una gran piscina reteniendo las aguas corrientes del Colorado, con máquinas funcionando permanentemente. Es una obra que le cambiará en definitiva la cara al El Alfalfal, o “nuestro pueblo”.

Dentro de las casas se pueden trazar figuras con el dedo sobre las mesas de madera que tienen una fina capa de polvo. Y afuera, en los patios, cuando se sacuden las ramas de los árboles, queda una nube color café. Ocurre lo mismo cuando una niña acaricia a su perro blanco con fuerza. También cuando un guaso sacude su sombrero o alguien agita las cadenas de los columpios de los niños.

Desde las colinas que rodean El Alfalfal se ve cómo el pueblo queda metido en un rectángulo trazado por la “barrera acústica”, con la planta hidroeléctrica Alfalfal I de un lado y con las obras de la nueva cámara de carga por otro, en donde antes estaban una cancha de futbol y un bosque.

Con esa imagen frente a sus ojos, Rubén Arenas, un hombre de 56 años, avanza en su relato. Es la persona que más se opone en todo el pueblo. “Cuando las paredes no estaban, teníamos vista al río, mirábamos el paisaje. Ahora no tenemos nada. Tenemos que mirarnos las caras nosotros”.

Pero mirarse las caras es algo que también dejaron de disfrutar los lugareños en ese pequeño poblado de no más de 50 casas que está en la antesala de Los Andes, en el municipio de San José de Maipo, porque -según los relatos- los representantes de Alto Maipo, cuando comenzaron a persuadir a la comunidad sobre los beneficios que les traería el proyecto, hicieron tentadores ofrecimientos que algunos aceptaron y otros, no.

Alfalfal fue creado por campesinos que llegaron desde el sur del país buscando un lugar para practicar la ganadería y la agricultura, cuenta Rubén Arenas, nieto de fundadores del pueblo. Con casi 100 años de historia, los habitantes de El Alfalfal están habituados a llevar sus rebaños montaña arriba hacia la dirección que elijan, a despertar y ver su río, sus paredones de piedra, su bosque.

Según la versión de AES Gener, se colocaron puertas en un costado de la “barrera acústica” a petición de las familias que tienen ganado y las usan para entrar y salir con sus rebaños.

“Es fome, po. Con mi papá íbamos a pastorear los borregos a las vegas que hay alrededor y todo el cuento, eran como 100. Ahora están todos encerrados, no podemos sacarlos porque no tenemos cómo”, dijo una pobladora desde su casa que no tiene una puerta cercana que le permita sacar su ganado del pueblo con facilidad. Ella es integrante del Comité de Allegados y pidió el anonimato para –dijo- no arriesgar el puesto de trabajo de un familiar cercano que trabaja para la empresa constructora.

“He vivido toda mi vida aquí en lo que va quedando de Alfalfal. Era muy agradable vivir acá, ahora este proyecto Alto Maipo nos ha cambiado la vida 180 grados”, se lamentó Rubén Arenas, todavía desde colina, al lado de unas casas que emanan olor a queso de cabra y a sangre fresca de cordero, con campesinos escuchando música, bailando y gritando. Son aromas y un ambiente de los que había antes en Alfalfal hasta dos años atrás.

Cuando los pobladores de El Alfalfal describen cuánto les molesta el polvo, generalmente lo hacen mirando hacia el muro que cercó su pueblo, hacia la parte de donde proviene el ruido de las máquinas que mueven áridos, durante la tarde de un domingo. Es la parte del pueblo donde antes estaba su cancha de futbol y comenzaba la parte arbolada que Rubén Arenas recuerda como “nuestro bosque”.

En la historia reciente, la palabra Alfalfal hacía más referencia a la planta hidroeléctrica Alfalfal I construida durante el periodo de dictadura y solo hubo noticias de ese pequeño conjunto de casas en 1991 cuando ocurrió un aluvión causado por un desprendimiento de un glaciar y afectó a parte de su población. Desde entonces ese territorio es considerado zona de riesgo y nadie podía tener títulos de dominio.

Pero llegó Alto Maipo y “ofreció el oro y el moro”, dijo Rubén Arenas.

En este punto entra Marcelo Grifferos porque él es el encargado de negociar con las comunidades del Cajón del Maipo. Es la cara visible del proyecto Alto Maipo en las comunidades, es el que ha vivido las negociaciones. En entrevista con The Clinic, aseguró que AES Gener llegó a El Alfalfal con el ofrecimiento de dar asesoría jurídica a las familias para que obtengan sus títulos de dominio que habían buscado por décadas. Para que sean dueños de sus casas y terrenos.

“Lo que ofrecimos fue asesoría legal para tramitar los títulos de dominio. Fue un acuerdo firmado para tramitar nuevos terrenos. La gente mayor nos ha dicho que quiere su título de dominio antes de morir”, dijo Marcelo Grifferos. Es un servicio de AES Gener ofreció a todos los habitantes de El Alfalfal y que si llega a dar los resultados que la empresa prometió, resultaría en un reacomodo de casas que cambiaría la forma del pueblo y dejaría de ser una “toma”, como se ha mantenido desde la llegada de los primeros pobladores.

Por eso Rubén Arenas, que por el momento está cesante, habla del “oro y el moro” y de promesas incumplidas, pero la tristeza de este opositor al proyecto contrasta con la felicidad que reina en las casas de las familias que reciben trabajo gracias al proyecto y que ven en éste, una posibilidad para mejorar su calidad de vida y no le dan importancia a la muralla que rodea su pueblo, al polvo que entra en sus casas o al ruido de las máquinas que, como constató The Clinic, no se queda tras la “barrera acústica”.

De acuerdo con Marcelo Grifferos, el 70 por ciento de la población recibe trabajo de AltoMaipo, ya sea trabajando en las obras de construcción o prestando servicios de hospedaje, alimentación o lavado de autos.

Según Marcela Mella, representante del movimiento social NoAltoMaipo, estas dos caras de la moneda se han visto en el basto territorio del Cajón del Maipo desde el inicio del controversial proyecto. Hay personas satisfechas con los cambios pero también quienes se sienten engañados porque aún no tienen sus terrenos ni sus títulos de dominio.

Entre las miles de hectáreas que rodean los 67 kilómetros de tubería donde serán conducidos los cauces de los ríos, está el rincón de El Alfalfal encajonado por un murallón con sus pobladores ilustrando lo que pasa en el resto de las comunidades, según la activista social.

“La violencia que significa para estas personas que te encierren de la manera en que lo han hecho. Y lo han hecho con la ley porque está contemplado en el impacto ambiental. No es suficiente para levantar la restricción de zona de desplazamiento. Después de 60 años, veían la posibilidad de ser dueños de su pedazo de tierra. Son temas que el gobierno central debería resolver pero lo hace la empresa. La postura del pueblo está cambiando”, dijo.

Así se dividió El Alfalfal

Los anhelados títulos de dominio sólo pueden tramitarse si antes se retira la prohibición de inundabilidad y para eso AES Gener prometió la construcción de una barda de piedra protectora en la orilla del río que aún está en sus inicios. “Es una obra que el Estado no la va a hacer porque es una inversión demasiado elevada para 20 familias y no tiene sentido. Hay muchas otras prioridades para el Estado”, valoró Grifferos.

Así fue como Alto Maipo se ganó el corazón de Alfalfal, en un principio. Incluso, hay quienes aseguran que el proyecto ofreció dinero para la construcción de las casas nuevas y para remodelar otras.

Eso ocurrió hace dos años. Eran tiempos felices para ese rincón del Cajón del Maipo que antecede uno de los cruces hacia Argentina a través de la Cordillera de Los Andes.

“Eran tiempos en que la gente estaba a favor de Alto Maipo”, dijo el abogado y habitante de El Alfalfal, Claudio Canales.

Las fiestas de navidad y del 18 de septiembre –recuerda Canales- eran monumentales y la convivencia entre vecinos que se veían las caras todos los días era cálida. Los espacios públicos eran el lugar común de todos, era un pequeño grupo de casas donde se veían algunas de las imágenes que dan identidad a Chile. Pisco, terremotos, cuecas, música, cumbias, rancheras, olor a cordero, asados, sopas, cuecas.

Hoy hay familiares que ni siquiera se saludan porque unos están a favor de la obra y otros no, y el río no se ve desde los patios de las casas y se escucha sólo cuando las máquinas dan tregua. La “barrera acústica” no parece cumplir su función.

“Cuando fue pasando el tiempo, las casas no estaban construidas, no habían terrenos. Los terrenos ofrecidos no podían ser porque estaban en otras comunidades o cerca de torres de alta tensión. Se constituyó jurídicamente el comité de allegados y comenzó a presionar para averiguar qué estaba pasando”, contó el abogado.

Se formó entonces ese comité con familias opositoras que desconfiaban del proyecto y sus sospechas se confirmaron cuando constataron ante las autoridades que las gestiones de AES Gener no habían iniciado después de meses de las promesas. Así se dividió el Alfalfal.

Se encendió la mecha y nació una segunda inquietud. Si no han pedido el terreno para las casas, “¿estarán haciendo los trámites para alzar la prohibición, estarán construyendo el muro para lo que dijeron?”, se preguntaban. Entonces nació otra estructura comunitaria, la Junta de Vecinos, que también está en contra del convenio.

Así, en ese poblado de menos de 50 casas formado originalmente por dos familias, hay tres organizaciones comunitarias: Comité de Adelanto (de los que están a favor, y son mayoría), Comité de Allegados y Junta de Vecinos.

“¿Qué hizo Alto Maipo? Nos dividió. Se creó un conflicto tremendo, nosotros hasta el día de hoy no nos podemos ver con otras personas”, dijo la integrante del Comité de Allegados que siente “dolores en la guata” cada vez que tiene que ir a una reunión de pobladores y representantes de Alto Maipo.

Marcela Mella hizo énfasis en el significado de la muralla: “La postura del pueblo está cambiando. La gente ha visto a la empresa tal cual cómo es. La situación de Alfalfal viola los derechos humanos. La violencia que significa para estas personas que te encierren de la manera en que lo han hecho…”

El murallón, según los testimonios, ayudó a romper el tejido social de El Alfalfal.

Jorge Otorga, poblador, campesino y padre de la niña con su perro blanco lleno de polvo, apenas y accede hablar porque le frustra la situación de su pueblo y la ve con pesimismo. “El polvo y todo lo sufren los niños, uno ya tiene sus años encima, pero ¿y después ellos?. Al final llegó el Alto Maipo y unos pallá y otros pacá, con puros conflictos”.

La entrevista a Jorge Otorga se interrumpió cuando unos vecinos vieron a un trabajador, con su atuendo naranja, asomándose sobre el murallón. Era domingo y la empresa se había comprometido a no laborar en días de descanso. Comenzaron los reclamos y el trabajador bajó de la barda para quedar fuera de la vista de los pobladores lo antes posible.

“Ahí están gritándoles de nuevo a los que está trabajando. Chuta.. ¡por último que vayan y trabajen en otro lado donde no molesten a la comunidad, po!” expresó Jorge Ortega.

AES Gener introdujo un sistema de tratamiento de aguas y alcantarillado en el pueblo, que antes tiraba sus desechos al río pero la presencia de los trabajadores, que se hospedan en casas convertidas en hostales, causó que se sobrepase la capacidad de ese sistema, según Marcelo Canales.

Jorge Otorga y sus vecinos más próximos, los que gritaron a los trabajadores, suelen verse obligados a salir de sus casas por el mal olor que despiden las coladeras del drenaje. Era la principal causa de su mal humor en el momento de la entrevista.

Terminada la jornada laboral, un grupo de trabajadores entró al pueblo por la puerta principal y lo cruzó caminando lentamente. Se notaban relajados, bromeaban entre ellos. El murmullo de este grupo de unas 20 personas se diluyó cuando comenzaron a repartirse en las casas donde cada uno se hospeda. Dejaron atrás las miradas de recelo que les lanzaban en la calle y entraron a la calidez de los hogares donde son recibidos a cambio de plata.

En opinión de Claudio Canales, la historia reciente de El Alfalfal dejó en evidencia que una empresa puede suplir al Estado Chileno y encargarse de negociar directamente con los ciudadanos e, incluso, prometerles cambios en las políticas públicas, como el tema de la prohibición de inundabilidad.

“Cómo una empresa puede llevar adelante un proyecto con expectativas totalmente falsas. Un proyecto de interés nacional te permite vulnerar las normas que a nosotros sí nos rigen. Yo jamás podría tirar aguas hervidas por un canal, jamás podría tirar un árbol de la calle, jamás podría estacionarme afuera porque llega el alcalde y me hace un parte. Esto es un proyecto de interés nacional, por lo tanto, pueden cortar miles de hectáreas de árboles, pueden intervenir pueblos completos porque es importante para la nación”, opinó el abogado.

El efecto Luksic

El proyecto Alto Maipo tiene el objetivo de generar 190 mega watts para el Sistema Interconectado Central pero los opositores creen que la mayor parte de la producción sería destinada hacia proyectos mineros del empresario Andrónico Luksic, dueño de la Minera Los Pelambres, que a su vez es dueña del 40 por ciento de las acciones Alto Maipo.

Sobre eso, AES Gener respondió:

“Nosotros como empresa tenemos un acuerdo de venta de energía a Minera Los Pelambres. Los contratos de energía en general cuando tu pactas son contratos a largo plazo porque estos proyectos de alto consumo lo que necesitan es estabilidad, tener asegurado que van a tener la energía por muchos años porque si no, no se les hace viable. Nosotros tenemos un acuerdo comercial con ellos de venta de energía pero no significa que necesariamente Alto Maipo parte de la energía se vaya para allá”, dijo Marcelo Grifferos.

El movimiento social que se opone a Alto Maipo interpuso un recurso de protección donde cuestiona la prolijidad de la calificación ambiental del proyecto. Y principalmente se basa en un estudio del académico Andrei Tchernitchin, publicado en enero de este año que revela “altas concentraciones de metales pesados y altas concentraciones de elementos tóxicos en las aguas cercanas a las faenas de excavación de túneles”.

Plomo, molibdeno, manganeso, hierro y arsénico son los metales pesados que el especialista afirma haber encontrado en las obras de Alto Maipo.

El recurso legal, que fue presentado por Marcela Mella, afirma que Alto Maipo “vulnera flagrantemente la Resolución de Calificación Ambiental otorgada al Proyecto”.

El abogado Claudio Canales dijo que los opositores tienen una leve esperanza en que su recurso de protección prospere por los antecedentes de 2015 de detección de casos de corrupción entre la clase empresarial y política descubiertos por el Poder Judicial.

“Nosotros aprovechamos este levantamiento del Poder Judicial que manifiesta su independencia esperando que a través de un recurso de protección sea el Poder Judicial el que diga que aquí está en riesgo la vida, aquí está en riesgo el medio ambiente. Tenemos confianza en la corte aunque entendemos que estamos luchando contra el hombre más rico de este país”, dijo Canales.

El proyecto Alto Maipo ya avanzó el 27 por ciento de su total. Grifferos está convencido de que se va a concluir y de que las personas, estén a favor o en contra, deben aceptarlo. “Hay muchas miradas y creemos que así tiene que ser. Lo importante es compatibilizar esas miradas. No podemos estar todos de acuerdo pero tenemos que entender que este proyecto se va a construir”, aseguró.

Otra razón por la que aceptaron la construcción del muro fue que sería retirado en un plazo de dos años, es decir, pronto. Pero la construcción de la Cámara de Carga aún no comienza. Grifferos informó que será retirado en octubre de 2017, según la calendarización del proyecto.

Dentro de “barrera acústica” no existe el ambiente que se percibe en la colina, fuera del murallón, y la presencia de los niños jugando en la única calle de El Alfalfal fue suplida por avisos de precaución a conductores y lomos de toro para disminuir la velocidad.

Lo que pasa en El Alfalfal es, en opinión de Canales, “la visión comercial de un país completo”.

Publicvación Original: http://ruta-35.com/2016/04/01/chile-proyecto-hidroelectrico-alto-maipo-amurallo-un-pueblo-entero-a-su-paso/