BAUDELIO URIBE: EL TEMIBLE “MOCHAOREJAS” QUE MURIÓ EN UN TIROTEO

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Hist. Reidezel Mendoza S.

 

El escritor Rafael F. Muñoz describía al “Mochaorejas” como “un muchachón de uno ochenta metros de altura, vigoroso, con un breve bigotillo y mejillas sonrosadas sobre la piel morena. No era muy sanguinario […] se conformaba con cortarles las orejas personalmente.” Baudelio Uribe Durán, hijo de los difuntos Plácido Uribe y de Beatriz Durán, era originario de Jiménez, Chihuahua, y antes de 1910, radicaba en Ciudad Lerdo, Durango. En un principio era ladrillero y trabajaba como peón de Martín Triana, futuro general de la División del Norte. Uribe era de toda la confianza de Triana y recibió el encargo de ser el matancero y expendedor de menudencias en un puesto al que llamó Rastros Torreón y Parral en el mercado Donato Guerra. Cuando Triana se levantó en armas el 20 de noviembre de 1910, Uribe se quedó a cargo del negocio; sin embargo, el 13 de mayo de 1911, cuando las fuerzas maderistas atacaron Torreón, se adhirió a las filas rebeldes y en 1913 a las tropas villistas.

 

Durante una de las tantas dispersiones de la gente de Francisco Villa, Baudelio llegó a tener el mando de una pequeña partida de 30 hombres, destinada a molestar a los federales en la región media del oriente del estado de Chihuahua, particularmente en las pequeñas poblaciones situadas en la cuenca del Río Conchos. El 3 de julio de 1916, Villa sorprendió y derrotó a las tropas del general Ignacio Ramos en la hacienda de Corrales, municipio de Jiménez. Al otro día, Ramos fue capturado y ejecutado en Salaices. Los heridos fueron rematados con el tiro de gracia, y los oficiales carrancistas fueron fusilados. Baudelio Uribe entonces inició su macabra costumbre de mutilar a los prisioneros: auxiliado por algunos de sus hombres, les cercenó con tijeras, cuchillos y guadañas de granjero, los lóbulos de las orejas a 20 soldados federales advirtiendo que, si eran capturados por segunda vez, los ejecutarían. 

Villa le envió al general Luis Herrera 18 pares de orejas amputadas y una carta insultante invitándolo a que las “tomara como desayuno a su salud”. El desagradable obsequio fue exhibido en uno de los aparadores de la ferretería La Palma, del alemán Theodore Hoemueller en Parral, junto con una carta del general Herrera en la que resaltaba la crueldad de Villa, lo que enfureció al guerrillero y casi le costó la vida a Hoemueller y a su familia. Se calcula que fueron alrededor de 300 individuos los que sufrieron mutilaciones similares en el norte del país a manos de los villistas.

La madrugada del 26 de octubre de ese año, una numerosa partida al mando de Francisco Villa, José Inés Salazar, Baudelio Uribe, Martín López y José Chávez atacó Ciudad Camargo. La guarnición carrancista comandada por Mariano López Ortiz fue destrozada y la mayoría de los soldados asesinados a quemarropa. Por órdenes de Villa, 60 prisioneros capturados por Baudelio Uribe fueron ejecutados junto con un grupo de chinos. 

El 29 de octubre, tres columnas federales comandadas por los generales Fortunato Maycotte, Mariano y Domingo Arrieta, Rosalío Hernández y Paz Faz Riza intentaron recuperar la plaza y atacaron a las fuerzas villistas al mando de los cabecillas Nicolás Fernández, Martín López, Agustín García, Jerónimo Padilla, Baudelio Uribe, José Chávez y Julio Acosta, en la hacienda de La Enramada. Los villistas obligaron a retroceder a las tropas carrancistas, quitándoles gran cantidad de armas, parque, caballos y furgones, a lo que siguió una matanza de soldados. Al día siguiente, Villa entró a Ciudad Jiménez, después de un breve tiroteo con fuerzas del general Ismael Lares, y se apoderó de furgones y plataformas de ferrocarril, mientras las tropas del general Maycotte retrocedían a Torreón. Las autoridades militares de Chihuahua reconocían que los “relativos éxitos de Villa” se debían a que los jefes encargados de perseguirlo, “le tienen gran miedo y regularmente eluden encuentros.”

En Camargo, Baudelio Uribe, mutiló los pabellones de las orejas a un centenar de soldados y oficiales carrancistas de las tropas de Maycotte que cayeron prisioneros. A los oficiales, además de las orejas, les arrancaba la piel de las plantas de los pies, la punta de la nariz o les grababa con cuchillo las iniciales “V. C.” (Venustiano Carranza) en el rostro. Después de mutilarlos, Uribe les exigió no reintegrarse al ejército, ni combatir a Villa o los ejecutaría inmediatamente en caso de caer prisioneros. El villista Juan B. Vargas relata: “Los prisioneros estaban consternados. La mutilación de las orejas les causaba terror, porque resultaba muy incómodo y poco estético […] unos estaban tristes, otros derramaban lágrimas de coraje, los demás allá se apresuraban a cubrirse la cabeza con paliacates […] era un cuadro conmovedor.”

Al otro día, en Jiménez, fueron vistos 16 soldados desorejados, camino a Torreón: “presentaban un aspecto verdaderamente nauseabundo pues los pabellones les fueron amputados con machetes, y en muchos casos, perdieron parte de las mejillas. Algunas de las heridas estaban infectadas.” Muchos prisioneros federales volvieron a sus cuarteles con espantosos verdugones a uno y otro lado de la cara.

Domingo Arrieta reportó al general Obregón: “De la gente que mandé a C. Camargo […] me faltan 300, de los cuales tengo noticias que murieron la mayor parte, y algunos han llegado aquí con las orejas cortadas por el enemigo.”

José C. Valadés dice que la mayoría de los soldados carrancistas que militaban en la brigada de Domingo Arrieta “carecían de orejas, o bien tenían desprendido los pabellones de estas, o bien les faltaba un pedazo.” Según Valadés, todos aquellos hombres habían estado en poder de Uribe, “uno de los más feroces lugartenientes de Villa, quien tenía la costumbre de marcar así a sus prisioneros de guerra para que, en caso de que volvieran a tomar las armas y cayeran por segunda vez en su poder, no se escaparan de la pena de muerte.” Baudelio era aficionado al toreo y aparentemente la idea de mutilar a los prisioneros que cayeran en sus manos le surgió en una corrida en Torreón en la que cortó las orejas de uno de los toros. 

El 23 de noviembre de 1916, el general Talamantes aprehendió en Jiménez a los señores Dolores y Nepomuceno Uribe y a las señoras Paz Holguín de Uribe, Eulalia Galván y María G. Gurrola, familiares de Baudelio, “bandido que […] usa procedimientos de cortar las orejas a los prisioneros”. El general Murguía había dispuesto retirarlos de la región, “porque por muy naturales que sean no dejan de ser de su sangre y tener interés en comunicarle las condiciones de esta plaza y nuestros movimientos.”

El 12 de diciembre, los villistas sorprendieron a las tropas del Segundo Batallón de la Segunda División del Noroeste, comandado por el teniente coronel Tirso Hernández, jefe del Estado Mayor del general Miguel Acosta, en la estación ferroviaria de Ciudad Camargo. Después de una hora de tiroteo, Baudelio Uribe capturó y fusiló a 60 soldados carrancistas. Al revisar los furgones del tren, los villistas descubrieron a un numeroso grupo de mujeres y niños, que acompañaban a los soldados y, después de un altercado con una de ellas, Villa ordenó al “Mochaorejas” ejecutarlas a todas. Baudelio abrió fuego matando a más de 90 mujeres y a sus hijos, y arrojando sus cadáveres a una vieja noria, a 500 metros al sur de la estación.

El 20 de mayo de 1917, cerca de El Pueblito, jurisdicción de Aldama, en un tiroteo con una columna volante, el “Mochaorejas” se encontró de frente con el general carrancista Juan Espinosa y Córdova: ambos accionaron sus pistolas y quedaron heridos, pero los disparos que recibió en el vientre Uribe fueron mortales. Fue sepultado a la orilla de un arroyo en las cercanías de la hacienda del Pueblito. Así terminó sus días el temible villista “Mochaorejas”.

FUENTE:

Reidezel Mendoza S., “CRÍMENES DE FRANCISCO VILLA. TESTIMONIOS”, segunda edición, 2020.

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Un comentario sobre «BAUDELIO URIBE: EL TEMIBLE “MOCHAOREJAS” QUE MURIÓ EN UN TIROTEO»

  1. Porque tanta aberración y maldad, se dio en esta revolución, supongo que de parte y parte. Me gusta leer esta página del Sr. Mendoza, ya que a más de conocer detalles de la revolución mexicana, que casi nada sabía, me transporta a la vida rural mexicana, con sus costumbres e idiocincracia, que me gusta saber de los diferentes países.

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