Escribe: Luis Soriano
Defensor de derechos humanos
El Mecanismo Nacional de Protección de Defensores de Derechos Humanos y Periodistas en México, ¿protege o destruye a sus beneficiarios? Fue creado para cuidar, proteger y dignificar al beneficiario o en realidad, en su afán de proteger, lo que ha hecho ha sido destrozar, desarticular, callar, aprisionar y aislar lo suficiente al defensor/periodista para que se vuelva disfuncional y que su entorno esté tan destruido, arrasado, desarticulado, sometido y afectado, que no pueda retomar sus acciones como antes de cuando tuvo que desplazarse.
El 25 de junio de 2012, fue publicada en el Diario Oficial de la Federación la Ley para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, instrumento jurídico que es de
“orden público, interés social y de observancia general en toda la República y tiene por objeto establecer la cooperación entre la Federación y las Entidades Federativas para implementar y operar las Medidas de Prevención, Medidas Preventivas y Medidas Urgentes de Protección que garanticen la vida, integridad, libertad y seguridad de las personas que se encuentren en situación de riesgo como consecuencia de la defensa o promoción de los derechos humanos, y del ejercicio de la libertad de expresión y el periodismo. Esta Ley crea el Mecanismo…” tal cual como lo señala su artículo primero la citada ley.
Los beneficiarios del mecanismo son muy diversos y vivimos realidades totalmente diferentes unos de otros, lo cual hace muy complejo establecer una política pública tan plural como incluyente, que permita dignificar a todas y todos los que requieren y son beneficiarios. Un común denominador es el enorme desprestigio que los agentes agresores construyen contra todas y todos en el momento de que fuimos agredidos, cuando intentamos volver a construir procesos y cada vez que nos buscamos volver a fortalecer, porque los agentes agresores lo que menos necesitan es ver a los defensores y periodistas fuertes, los buscan tener sometidos constantemente; lo que ya de entrada no nos permitirá encontrar empleo ni de manera inmediata ni en el futuro, incluso en organizaciones de periodismo como de derechos humanos somos cuestionados y se nos cierran las puertas por esas campañas de desprestigio que hemos sido víctimas, siendo sistemáticamente señalados, despedidos, denigrados, sometidos por esos falsos señalamientos, debilitándonos enormemente en nuestro actuar como defensores o periodistas.
Otro punto común es que nada absolutamente nada será igual que cuando pasó el acto que motivó ingresaras al mecanismo de protección, pero nadie absolutamente nadie nos los dice, siempre estamos pensando en regresar, imaginando que no será muy diferente de cuando nos fuimos o que por más diferente que sea siempre tendremos a nuestras redes de protección y seguridad, lo cual es totalmente falso. Al final casi todos se van y casi nada es igual de cuando te fuiste y este es un mensaje para ti que estás desplazado y nadie te lo ha dicho, nada será igual, aunque a la distancia parezca que todo sigue viéndose parecido a lo que fue.
Existen dos tipos de beneficiarios, unos que por el nivel de riesgo no fue necesario su desplazamiento y que se les otorgaron medidas ordinarias de protección que van desde el botón de pánico hasta el apoyo para la infraestructura de seguridad en sus domicilios como en sus centros de trabajo; así como otro tipo de seguridad, los cuales por han sido muy críticos pues el mecanismo no les otorga los niveles de protección realmente requeridos y que ha motivado desde amenazas, agresiones, y hasta la muerte de varios de los ya beneficiarios, los cuales supuestamente nos les debería haber sucedido ya nada, lo cual evidencia que algo está fallando y la falla es muy grande. Puede ser la falta de articulación entre la federación, los estados y los municipios o tal vez la profundidad, transversalidad y compromiso de generar verdaderas políticas públicas que busquen romper con la violencia que se vive en el País, medidas que tendrían que estar generadas a corto, mediano y largo plazo; sin embargo, no existen o por lo menos su servidor en calidad de beneficiario no las conoce.
Los otros beneficiarios son aquellos que fuimos o somos desplazados y que tuvimos que estar fuera de nuestro domicilio una temporada o que incluso hasta el día de hoy siguen sin poder regresar a sus lugares de origen por razones de seguridad y son a estos a los que me quiero referir en este artículo.
Se trata de defensores de derechos humanos y periodistas que por el nivel tan alto de riesgo en el que se encuentran se vieron en la necesidad de salir de su lugar de origen y tener que salirse solos o incluso con su familia; salida que no es planeada, que no se organiza, que incluso se queda el plato de sopa o la ensalada en la mesa, que uno sale de la casa sin maleta, sin celular porque sabes que te están rastreando y a nadie le dices que te vas ni a dónde te vas porque temes que esa persona informe o lo pongas en riesgo al avisarle. Sales sin dinero y sin poder usar tu tarjeta, a veces no sabes ni a dónde ir, solo sabes que te tienes que ir, porque si te quedas, en el mejor de los casos te van a meter a la cárcel, a desaparecer o incluso matar simulado un robo que salió mal.
Hay quienes no lo logran y hoy han muerto, están desaparecido o estuvieron o siguen en la cárcel y muy pocos terminan sumándose mediante medidas extraordinarias al mecanismo nacional de protección y quienes recibimos este beneficio somos muy pocos y en realidad corresponde a un esquema sistemático de privaciones, pues tal cual como me lo dijeron, del lugar que me asignaron yo no podía salir, nadie podía saber dónde estaba, tenía que estar casi casi encerrado en mi cuarto y así fue como de inicio tuve problemas con el peso que hasta ahora no he podido controlar por el encierro y abandono del mecanismo, trastornos del sueño, ansiedad, depresión, incluso miedo a socializar, viéndome obligado a escapar del refugio en el que viví para encontrar una casa de resguardo que me permitió deconstruirme, vincularme y socializar nuevamente; sin embargo, nadie ni nada me preparó para el reingreso al lugar de origen y este ha sido el verdadero infierno.
No lo fue sólo la persecución, tampoco lo fue el encierro que intencionalmente el Mecanismo hace con todos. El verdadero infierno fue regresar a casa pensando que todo sería igual cuando nada lo fue. Su servidor durante el tiempo que estuve desplazado tuve el mejor apoyo psicológico para entender mi desplazamiento, mi aislamiento que por cierto, no fue otorgado por el mecanismo sino por las organizaciones no gubernamentales de las que somos aliados, pero nadie me preparó y nadie está preparando a los desplazados cuando regresen a sus lugares de origen, pues mientras están desplazados la lucha sigue, se genera una especie de espejismo de la realidad, pero al regreso todo lo pone en blanco y negro y lo enfrentas solo: un mundo volcado en tu contra y sin redes de protección, de seguridad y de apoyo, pues al regreso hace real la pérdida de todo, amistades, ingresos, trabajo, te aíslas y te aísla tu entorno, tratas de reconstruirte bajo arenas movedizas pues nada es igual de cuando lo dejaste la última vez y a eso ni el Mecanismo, ni las organizaciones de la sociedad civil, ni el mismo beneficiario ni su familia, está preparado para enfrentar.
Habrá que preguntarnos cuántos suicidios desactivados y personas se han perdido una vez retornados, pues es un infierno el que hoy en día tal vez sigan viviendo después de su desplazamiento, pues nadie pone atención, ya sea la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas mucho menos el Mecanismo Nacional de Protección, imposible los mecanismos locales. De verdad que hacen falta acciones que rescaten y les permita ingresar a la sociedad a los defensores y periodistas desplazados, pues el daño es muy profundo y muy poco comprendido por todas y todos.








