LAS ÚLTIMAS CORRERÍAS DEL JEFE VICTORIO

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Hist. Reidezel Mendoza S.

 

Entre el verano de 1879 y la primavera de 1880, después de haber huido de la reserva de Mescalero, ubicada en el centro sur del territorio de Nuevo Mexico -cerca de Fort Stanton-, el jefe apache Victorio llevó a su banda de un lado a otro a través de la frontera entre México y Estados Unidos. Victorio dividió a su partida, y un grupo de Chihennes encabezado por el viejo Nana se enfrentó a los Rangers de Texas en la región de Big Bend. La frontera les proporcionaba un medio para escapar de un ejército u de otro cruzando a la nación vecina, donde encontraban refugio en las serranías.

Los últimos días de mayo de 1880, el general Hatch comunicó al comandante N. W. Osborne del Fuerte Bliss, en El Paso, Texas, que cinco partidas de apaches rebeldes habían marchado de la sierra del Mogollón rumbo a la frontera después de haberlos derrotado. El general Osborne comunicó al doctor Mariano Samaniego, en Paso del Norte, que los apaches se dirigían a la laguna de Palomas. La gavilla de Victorio, que constaba de 350 hombres con sus respectivas familias, entró al estado de Chihuahua y acampó entre las sierras de Ranchería y de la Candelaria. Posteriormente, el líder apache se movilizó a las orillas de la laguna de Guzmán y, desde allí, envió grupos de sus hombres a cometer un sinfín de depredaciones en las localidades cercanas.

    El jueves 24 de junio de 1880, al mando de 100 indios a pie y 40 montados, Victorio atacó la hacienda de San Lorenzo, propiedad del gobernador Luis Terrazas y, después de un breve tiroteo, los apaches huyeron con 50 caballos, quedando gravemente herido el vaquero que los cuidaba. Un mes después, el sábado 24 de julio, la misma partida apache sorprendió en el cañón de Santa Clara a los señores Ramón y José M. Terrazas, administradores de las haciendas de Aguanueva y Santa Clara, respectivamente, y a los dos trabajadores que arreaban caballos para reponer los que otra gavilla de apaches ya había robado. Uno de los trabajadores fue asesinado y otro resultó herido, al igual que uno de los señores Terrazas. En la hacienda de Gallego la gavilla apache intentó robar los caballos del corral, pero fueron sorprendidos y obligados a huir. El siete de agosto, la prensa local anunció que Victorio había abandonado su campamento en la sierra de los Arados llevando consigo 200 caballos que había robado a los pobladores de la región, movilizándose hacia el norte de la frontera.

En Cantarrecio, punto localizado sobre el antiguo Camino Real, había un pequeño cuartel cuyo comandante era Francisco Meza, quien aseguró que la tarde del 15 de agosto, un grupo de cinco exploradores se había tiroteado con cinco apaches, cerca de su cuartel, habiendo resultado solo un caballo muerto, pues a la media hora arribó un refuerzo federal, de las guarniciones del Carrizal y de San José de Patos, que hizo huir a los gavilleros apaches rumbo a la sierra de la Candelaria. Ese mismo día, una partida apache atacó a unos vaqueros que pastoreaban una manada de caballos del ejército, desatándose un intenso tiroteo, por lo que sólo pudieron robar uno de los animales.

El 24 de agosto el gobernador del estado, general Luis Terrazas, alarmado por los informes de las autoridades locales que denunciaban las depredaciones de los apaches comandados por el cabecilla Victorio, encomendó al coronel Joaquín Terrazas retomar la campaña contra las gavillas apaches. El gobernador Terrazas ofreció pagar cuatro reales a los infantes y seis a los de caballería, así como una recompensa “por cabelleras de indios guerreros, las piezas vivas de mujeres y muchachos según la ley, y dos mil pesos por Victorio como lo presenten.”

El coronel Terrazas salió al otro día de la capital del estado y recorrió las poblaciones de San Andrés, Ciudad Guerrero, Galeana, Namiquipa, las haciendas de Santa Clara, Carmen, Corralitos, San José de Patos y otras localidades habiendo reclutado voluntarios, armas y bastimento para reemprender la persecución contra los gavilleros apaches. En el trayecto se le unieron el jefe político de Galeana, Juan Mata Ortiz, con 119 vecinos armados; 30 elementos de Seguridad Pública comandados por el capitán Rodrigo García; 20 voluntarios de la hacienda del Carmen al mando de Lucio Ponce, y una partida de 27 tarahumaras exploradores e infantes de Arisiachi al mando del capitán Mauricio Corredor.

A fines del mes de agosto, algunos miembros de la gavilla de Victorio asesinaron a dos vecinos de la Colonia Guadalupe, Lorenzo Velarde y Salomé Olguín, cerca del Puerto de Ventanas; un sobreviviente, José María Escajeda, llevó la noticia a El Carrizal. El 28 de agosto, otra partida de ocho apaches robó 200 caballos que pertenecían al doctor Mariano Samaniego, encargado de la Aduana Fronteriza de Paso del Norte, huyendo los ladrones a la sierra de la Candelaria.

La gavilla de Victorio acampó en la sierra de la Candelaria y asentó sus reales entre las lagunas de Guzmán, Santa María y de Palomas. El miércoles 22 de septiembre, el jefe Victorio atacó la hacienda de San José de Patos, propiedad del doctor Mariano Samaniego, habiendo robado 120 caballos y secuestrado a un joven de 14 años, cuyo cadáver fue localizado algunos días después. Más adelante, sobre el camino, atacaron un tren de carros y se apropiaron del atajo de mulas, y en Palo Blanco, se apoderaron de 11 animales. La línea de diligencias que corría de Paso del Norte a Chihuahua tuvo que ser suspendida. Los perseguidores lograron recuperar 65 caballos robados, mientras los gavilleros huían rumbo a la Laguna de Guzmán.

Las tropas de Terrazas iniciaron la persecución de la gavilla en el vado de Santa María, donde los apaches acostumbraban a arranchar, y continuaron por las localidades de Corralitos, Los Ruiz, Ojo Caliente, Lucero, Laguna de Patos, arribando el martes 28 de septiembre a la Sierra de la Candelaria, donde se les incorporaron varios refuerzos: Carlos Casavantes al frente del destacamento de Guerrero; Filomeno Luján comandando la fuerza de San Andrés; Eleuterio Arellano con tropa de Casas Grandes; Catarino Colmenero al mando de los voluntarios de Bachíniva; Domingo Alvillar jefaturando a los vecinos de Ascensión; Víctor Verdugo con vecinos de Janos; Gorgonio López al frente de los voluntarios del Carrizal; Ramón Aranda de los del Cantón Bravos, y Luciano Moreno al mando de 23 agentes de la Policía Rural, sumando una fuerza de 350 hombres. 

En la Candelaria, los voluntarios encontraron los restos de las fogatas de los apaches que recientemente habían acampado. El jefe Victorio había sido alertado poco antes por sus exploradores de que una gruesa columna de voluntarios se acercaba, por lo que éste cedió el mando de su partida al capitancillo Nana, mientras que él, con el grueso de las familias apaches y 77 hombres, emprendió la marcha al sureste. Victorio ya había acordado con Nana y Mangas que se refugiaría un tiempo en Tres Castillos, jurisdicción de Coyame, a unos 150 kilómetros al noreste de la ciudad de Chihuahua, donde creía que las tres protuberancias volcánicas le asegurarían un buen refugio, además de que dispondría del agua de un pequeño lago cercano y de pasto para los caballos. Después de descansar y de recuperarse de las largas marchas se unirían a la banda de Ju en Blue Montains, del otro lado del Río Bravo.

El primero de octubre la tropa de voluntarios fue dividida en dos columnas: la primera, comandada por el coronel Terrazas, marchó “por las sierras de la Alcaparra y la del Fierro, siguiendo por los Chaparrales y llanos entre el Fierro y el Borracho.” Por su parte, la segunda columna, al mando del segundo Juan Mata Ortiz, se encaminó a Cantarrecio con la orden de registrar todas las serranías sobre el camino y recoger las provisiones que llegarían ahí desde Paso del Norte.

Los expedicionarios recorrieron las sierras del Borracho y del Pino pero no encontraron a los apaches. El siete de octubre, las partidas de Terrazas y Mata Ortiz se reunieron en el Borracho. Al día siguiente, un grupo de exploradores encontró rastros de la gavilla apache en las orillas de la Laguna, comunicando al coronel Terrazas que éstos se dirigían a los Castillos o a la Lágrima; de inmediato éste comenzó a recorrer las serranías del Pino, Carrizalillo, Ojo del Cuervo, Carrizo, y el día 12, el coronel dividió nuevamente a sus fuerzas enviando a Mata Ortiz a la sierra de Tosesihua, mientras que Terrazas se encaminó al poniente rumbo a los llanos de los Castillos.

 

Al anochecer del día 14, la tropa de coronel Terrazas encontró a la banda de Victorio al pie de los cerros de los Castillos. Sin tiempo de combinar un ataque los expedicionarios se formaron en columnas cerradas y, como a un kilómetro de los cerros, dos grupos integrados por 30 indios que estaban en las alturas se lanzaron ferozmente al encuentro de la fuerza de Terrazas. Según don Joaquín, “cuando venían los indios como a 400 metros de distancia, a toda carrera, dos de los de Arisiachi [tarahumaras] se adelantaron a la columna, disparando sobre ellos; cayó el que venía adelante [Victorio] y luego retrocedieron los otros para los cerros, donde estaba el grueso de la indiada.” Los dos tarahumaras eran Mauricio Corredor y su compadre Roque, que a 50 pasos de la línea enemiga abrieron fuego; el tiro del rifle calibre 44 de Corredor pegó en el pecho de Victorio derribándolo del caballo; algunos de sus hombres ayudaron al guerrero apache a ponerse de pie y lo llevaron a la cumbre del cerro sur de los Castillos, donde expiró dos horas después.

A toda carrera la columna de voluntarios se dividió en dos: Mata Ortiz avanzó por la derecha, y Terrazas por la izquierda, trabando combate con los apaches que trataron de parapetarse entre los peñascos de los cerros. Los expedicionarios se apoderaron de la mayoría de los caballos ensillados que habían sido abandonados en la llanura y cerraron el sitio alrededor del cerro del sur, donde los apaches se atrincheraron.

Al inicio del tiroteo, un reducido grupo de apaches pudo huir, mientras que los otros dos grupos que habían sido sitiados se mantuvieron toda la noche intentando romper el cerco y fueron rechazados. A las 10 de la noche, el grupo de apaches que había huido atacó desde la llanura, pero fue derrotado y dispersado por la fuerza de Seguridad Pública. La mañana siguiente los atacantes estrecharon el cerco y embistieron las trincheras de los apaches, apoderándose de la cumbre del cerro sur. El coronel Terrazas aseguró que el combate fue reñidísimo y que las posiciones de los apaches habían sido tomadas por asalto, “arrojándose los nuestros sobre ellas, trabándose combate cuerpo a cuerpo, cogiéndose a la lucha y agarrándose de los cabellos de los combatientes […] Los guerreros quedaron muertos, amontonados entre los peñascos quedando solo dos de ellos en una cueva bien armados y con sobrado parque metálico”. Los dos apaches resistieron dos horas hasta que, a las 10 de la mañana, pudieron matarlos, pues se habían negado a rendirse a pesar de que se les había ofrecido el perdón a través de las mujeres prisioneras.

Al medio día otra partida de 18 apaches apareció cabalgando y una fuerza salió en su persecución, alcanzando a huir a la serranía cercana. Esa misma tarde fueron sepultados en la falda del cerro, donde se habían atrincherado los apaches, los tres voluntarios de la tropa de Terrazas que habían muerto en el tiroteo: Nicanor Aguilar, Serapio Muñoz (vecinos de San Andrés) y Luis Rubio (de Guerrero); el rural Francisco Valencia murió en el trayecto de regreso.

El cadáver de Victorio fue descubierto después del combate y fue identificado por los testimonios de cautivos que fueron entrevistados por separado: el líder apache tenía una cicatriz en la cara, cerca de la boca -por una flecha que lo había alcanzado en 1873-, los dientes incisivos rotos y vestía prendas vistosas que sólo un jefe indio podía portar. El jefe Corredor lo describió: “de mediana estatura, de extrema corpulencia, rasgos regulares, de cabello largo y negro que colgaba suelto, con una trenza adornada con plumas.” El periódico estadounidense Arizona Silver Belt lo describió al momento de su muerte como de “unos 55 años, de cara ancha y cuadrada bajo la mandíbula, pómulos prominentes, y una marca de bala -de flecha- en la mejilla…”

El coronel Terrazas reportó la muerte de 72 guerreros apaches, seis mujeres y jóvenes, y la captura de 78 mujeres y niños. También recuperaron 120 caballos, 38 mulas, 12 burros y rescataron a dos cautivos: Félix Padilla Chávez y Félix Carrillo Chávez, de 10 y 12 años, respectivamente, ambos originarios de Belem, Nuevo México. 

Los nueve voluntarios que resultaron heridos fueron: De Galeana, Román Álvarez, Eleuterio Arellano (mutilado) y Lázaro Parra; de San Andrés, Jesús Gutiérrez y Reyes Baquera; de Bachíniva, Rafael Morales; de Arisiachi, Hilario Ramos. Los heridos fueron conducidos en camillas improvisadas con los fusiles hasta la hacienda de Aguanueva, donde llegaron el día 18, y ahí el coronel Terrazas dio parte de la derrota y muerte del temible indio Victorio al gobernador del estado, general Luis Terrazas. 

Las tropas del coronel Joaquín Terrazas entraron a la capital del estado los primeros días de noviembre de 1880. Mauricio Corredor recibió dos mil pesos como recompensa por la muerte de Victorio. El gobierno del estado concedió a la familia del voluntario Luis Rubio, muerto en Tres Castillos, tres hectáreas de tierra cultivable y un solar para casa habitación en los baldíos municipales del municipio de la Concepción, del Cantón Guerrero. Las autoridades también garantizaron el apoyo para que los hijos del finado acudieran a la escuela pública y para adquirir sus útiles escolares. El resto de los voluntarios recibieron el pago de sus haberes y recompensas por su participación en la destrucción de la gavilla del jefe Victorio.

De los 145 apaches chihennes que habían huido con Victorio de la reserva de Mescalero en agosto de 1879, es probable que hayan sobrevivido alrededor de 60 en el combate de Tres Castillos: 30 apaches comandados por el viejo jefe Nana que se habían separado días antes para adquirir municiones; Mangas, hijo del célebre Mangas Coloradas, Kaahteney, Jatu, Showano, Sánchez, Choneska, Baykathenn, Nezulkide, Petzahn, Guydelkon, Askadodilges, Mahgado y Chobegoza y 15 jóvenes guerreros que habían alcanzado a huir del combate. 

La muerte del jefe apache Victorio fue un duro golpe para las gavillas apaches que incursionaban en el estado de Chihuahua, sin embargo, sus correrías continuarían con mayor ímpetu en los siguientes dos años, y costarían la vida a varias decenas de vecinos y viajeros chihuahuenses.

 

FUENTES:

 

Joaquín Terrazas, Memorias de Sr. Coronel D. Joaquín Terrazas, Imprenta El Agricultor Mexicano, Ciudad Juárez, 1905

 

Periódicos:

Arizona Silver Belt

La Patria

El Siglo Diez y Nueve

La Voz de México

El Monitor Republicano

El Libre Sufragio

El Progresista

Southwest Sentinel

 

Página Web: 

https://apacheria.es/ 

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