Hace 101 años Francisco Villa atacó por última vez Ciudad Juárez

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Texto:M.H. Reidezel Mendoza Soriano

 

Después de tres años de autoexilio, en diciembre de 1918, el exgeneral federal Felipe Ángeles cruzó la frontera y se incorporó a la partida de Francisco Villa, en las cercanías de Ojinaga, Chihuahua, y, a principios del siguiente año, corrió el rumor de que había “humanizado” a Villa, evitando que continuara asesinando a civiles y prisioneros; sin embargo, los hechos demostraron otra cosa. En un corto periodo de tiempo, Villa había ejecutado personalmente a los señores José de la Luz Herrera y a sus hijos Melchor y Zeferino en Parral; había ordenado colgar a los alcaldes de Santa Isabel, Francisco Chávez, y de Saucillo, Braulio A. Durán, junto con cinco empleados del municipio; al exvillista Juan Orozco; al presidente de la sociedad agrícola de Chihuahua, Manuel Sánchez Álvarez, y a Anastasio Barriga Chacón, en las cercanías de la hacienda de El Fresno. Ahí mismo había asesinado a siete mineros, entre ellos, a un joven de 14 años. En el Charco, Chihuahua, había colgado a los primos Juan y Nieves Pallares; en La Joya, Villa había colgado al campesino Eleazar Rodríguez. En la Quinta Carolina, en la capital del estado, había asesinado a los hermanos Cuéllar; en La Boquilla había ordenado fusilar a Benjamín Terrazas, un empleado de la presa; en Corral de Piedras había ejecutado a tiros a Dionisio Terrazas y a su hijo. En La Cruz había saqueado la estación ferroviaria y había colgado al telegrafista Manuel Rodríguez. En Babonoyaba, municipio de Satevó, había matado a don Trinidad Terrazas y a tres de sus hijos. En Ciénega de Ortiz, Chihuahua, había ahorcado a don Pedro López Anchondo y a su suegro, Donaciano Meléndez, de 80 años.

Después de amenazar la capital del estado, Villa ordenó apoderarse de un tren y destruir la vía telegráfica y ferroviaria al sur de la hacienda de Sacramento, avanzando con sus tropas al norte del estado. En los primeros días de junio de 1919, la prensa local anunció que las avanzadas comandadas por los villistas Martín López, Ramón Vega y Epifanio Holguín habían llegado hasta Torres, Puente Alto y Guadalupe, en las cercanías de Ciudad Juárez. El día 12, El Paso Morning Times reportó la presencia de una columna villista a 17 kilómetros de Ciudad Juárez, compuesta de cuatro mil 303 hombres. La guarnición de la Plaza recibió reportes de que no eran más de dos mil 500. Sin embargo, informes posteriores confirmaron que los atacantes ascendían a más de cuatro mil distribuidos de la siguiente manera: Brigada “Pablo López”, al frente de Martín López, Jesús Manuel Castro y Ramón Vega con mil 603 hombres; Brigada “Morelos” al mando de Nicolás Fernández, Alberto Jiménez, Sóstenes Rocha y Juan Cárdenas, con mil 400 hombres; Brigada “José Rodríguez” comandada por Hipólito Villa, Ricardo Michel, Gabriel Valdivieso, Ildefonso Sánchez, Albino Aranda y Porfirio Ornelas, con mil hombres. También se sumaron a dicho contingente los 300 hombres que conformaban las escoltas de Felipe Ángeles y Francisco Villa. Hubo quienes aseguraron que el número de rebeldes era muy inferior y que Villa había hecho correr el rumor de que eran superior para bajar la moral de los defensores de la ciudad fronteriza. En sus memorias, el secretario de Villa, José María Jaurrieta, aseguró que la cantidad de villistas no pasaba de los mil 800 y que, en un principio, los comandaba Hipólito Villa, pues Felipe Ángeles se había opuesto a atacar la plaza, después de advertir que los estadounidenses intervendrían. Para Francisco Villa era de vital importancia atacar una plaza bien aprovisionada como Juárez, pues los víveres y los pertrechos le escaseaban, por lo que intentaría apoderarse del armamento que recientemente había recibido la guarnición.

Los villistas avanzaron desde la hacienda del Sacramento, por la vía del Ferrocarril Central, hasta Villa Ahumada, donde establecieron el Cuartel General. De ahí continuaron al norte, sin novedad, hasta la ranchería El Ojo, donde el jefe de la columna Hipólito Villa sufrió un ataque de parálisis y fue regresado a Ahumada para recibir atención médica, a donde arribó el médico Andrés Villarreal, compadre de Villa, procedente de El Paso.

Martín López asumió la jefatura de la columna y ordenó la marcha a las goteras de Ciudad Juárez. El día 11, en Estación Tierra Blanca, 20 kilómetros al sur de la ciudad fronteriza, López entró en contacto con un tren explorador comandado por el coronel José Gonzalo Escobar, intercambiando algunos tiros. La noche del 14 de junio, Francisco Villa arribó a Senecú, donde López y Ángeles habían establecido el Cuartel General, y el segundo había ofrecido varias entrevistas a los reporteros estadounidenses.

Mientras tanto, en Ciudad Juárez, desde el pasado mes de marzo, el jefe de las Operaciones del Norte, general J. Agustín Castro, había comenzado las obras de defensa de la plaza. Los comisionados para dicha tarea fueron los coroneles Agustín Mora y Francisco del Arco, quienes construyeron zanjas y colocaron alambre de púas. El cuatro de mayo, el coronel Gonzalo Escobar fue nombrado jefe de la Guarnición de Juárez y apresuró los trabajos de atrincheramiento: se hicieron aspilleras de adobe, ocultas entre la tierra que había sido extraída al hacer las zanjas, y que también serviría de parapeto a los soldados; se construyeron defensas aspilleradas redondas, de dos metros de altura por tres de circunferencia, que se techaron con zacate, y se les colocó un pequeño reflector encima. Cerca del Hipódromo (actualmente la colonia Exhipódromo, entre la Avenida Insurgentes y la calle Colombia) se construyó un fortín y se emplazó una ametralladora. Las provisiones de guerra se depositaron en el Fuerte Hidalgo (actualmente la Secundaria No. 1, entre las calles Artículo 23 y Francisco Sarabia) y en la Jefatura de la Guarnición de la Plaza, en la Avenida Lerdo; dos cañones de grueso calibre y 16 ametralladoras fueron distribuidas en varios puntos del frente. El número de efectivos era de poco menos de mil 500 hombres que ocuparon sus posiciones al anunciarse que los villistas atacarían la plaza: el coronel Francisco del Arco, con 411 hombres del 62º Batallón, ocupó los puntos este y noreste, desde el Río Bravo hasta el Hipódromo; el 85º Regimiento al mando del coronel Eduardo F. Porcayo con 160 hombres, protegía la línea de defensa del Hipódromo al Panteón; el coronel José Gonzalo Escobar con 380 hombres del 75º Batallón cubría del sudeste al oeste, hasta la margen derecha del río; el coronel Alfonso G. Ceballos con 160 hombres del 44º Regimiento de Caballería fungía como columna volante. El Primer Regimiento de Ametralladoras estaba al mando del coronel Primitivo González, y constaba de 16 ametralladoras y 103 hombres. El capitán Alfredo M. Sosa tenía a su cargo una fracción de Artillería con 22 hombres y dos cañones. El general Marcelino M. Murrieta, administrador de la Aduana, tenía bajo sus órdenes a 125 guardias fiscales y a algunos empleados aduanales. El general orozquista Emilio P. Campa, recientemente amnistiado, no tenía mando de fuerza pero también tomó parte en la defensa.

El siete de junio, el general tamaulipeco, de 38 años, Francisco González Villarreal, había sustituido al coronel Escobar como jefe de la Guarnición. El día 13, mientras exploraba Rancho Flores con una fuerza de caballería, el general González recibió informes de que los cabecillas villistas Ángeles, López, Vega y otros habían acampado en el poblado de Zaragoza, y otros, muy cerca del pueblo de San Lorenzo.

La tarde del sábado 14 de junio, Villa envió un emisario con una carta pidiendo la rendición de la plaza, pero fue ignorado. La noche siguiente, una fuerza villista al mando de Martín López atacó el alambrado, desde el río hasta el Hipódromo, rompiendo el cerco de púas, y entraron hasta el centro de la ciudad por un punto al noroeste, gritando vivas al cabecilla López. Otra partida, comandada por el villista Ernesto Ríos, pretendió atacar el Fuerte Hidalgo, pero fue desalojada a cañonazos. Los comercios estaban cerrados, muchos juarenses huyeron a El Paso y los que no lograron cruzar se escondieron en sus casas; los colonos chinos se apretujaron en la caseta de Inmigración estadounidense ante el temor de que Villa los masacrara, como lo había hecho en Chihuahua y en otras ciudades del sur del estado. Según Jaurrieta, esa madrugada, al entrar a la ciudad, 60 soldados carrancistas de la tropa del coronel Del Arco fueron aprehendidos y ejecutados en el acto. Por el rumbo del Barrio Cuauhtémoc, 400 villistas se precipitaron a galope por las avenidas Lerdo, Juárez y del Comercio (hoy 16 de septiembre). Los hombres de Nicolás Fernández, Ricardo Michel y Martín López hicieron un “coleadero”, es decir, dispararon a los fugitivos mientras huían. Los villistas también saquearon algunas cantinas, entre ellas, la del Jockey Club, así como la joyería El Rubí, la Botica Mexicana, la Farmacia Central y varias casas particulares; liberaron a los presos de la Cárcel Pública y sustrajeron expedientes del Juzgado Menor, del Juzgado de Letras, y de la Comandancia de Policía. Rafael F. Muñoz relata que los villistas “rompían las barricas de vino […] sacaban de sus cuartos a las bailarinas, disparando al aire sus pistolas. En las fondas ordenaban que les sirvieran comida gratis y en las boticas se rociaban con los perfumes más caros. Estaban convirtiendo la batalla en la más espectacular y siniestra de las fiestas.”

El general González ordenó reconcentrar sus tropas en el Fuerte Hidalgo, donde se resguardaron algunas horas. Los soldados carrancistas fueron reabastecidos de cartuchos, y pasadas las tres de la mañana, volvieron a la carga, atacando desde el Barrio de Bellavista y desde la plaza de Armas hacia el sur.

Rafael Muñoz relata: “Los villistas, ebrios, con botellas de licor en las manos y mujeres montadas en las ancas de los caballos, se lanzaban contra las líneas enemigas; las ametralladoras los barrían sin piedad. Todo mundo disparaba a diestra y siniestra […] caballos sin jinete corrían enloquecidos tumbando por tierra a infantes descuidados; destrozando a los heridos, galopando sobre los cadáveres.”

Después de dos horas y media de intensos tiroteos sobre la Avenida del Comercio y las calles adyacentes, los defensores lograron desalojar a los villistas recuperando sus trincheras. En algunas de éstas se encontraron los cadáveres de varios de sus compañeros decapitados o con el cráneo destrozado por las bombas de mano utilizadas por los villistas. Muchos atacantes fueron muertos o heridos, enredados en las alambradas, algunos con bombas pendiendo de un mecate, ceñido a su cintura. Había caballos destrozados por las bayonetas; al pie de los postes, alrededor de los árboles, en las bocacalles, trincheras y bordos había decenas de cadáveres hacinados.

Los rebeldes se concentraron al sur y sudeste, huyendo por la Avenida del Comercio hasta San Lorenzo, y otros se replegaron a la Escuela de Agricultura habiendo perdido más de 90 hombres, entre muertos y heridos. Villa, con algunos miembros de su escolta, intentó reorganizar a sus tropas, pero, a la altura del Tívoli fue tiroteado y obligado a replegarse rumbo al monumento a Juárez (entre las avenidas Vicente Guerrero y Ramón Corona). La escolta de Martín López fue prácticamente exterminada, muriendo el jefe rebelde Jesús Manuel Castro, en una trinchera, cerca del colegio del Sagrado Corazón (sobre la actual Avenida Constitución). El coronel carrancista José Gonzalo Escobar fue gravemente herido frente al Café Central y enviado a El Paso para su curación. Los carrancistas recogieron la montura y un bolso de cuero del secretario de Villa, José María Jaurrieta, que contenía varias cartas, una de ellas, del senador estadounidense Alberto Fall, y algunas más de los villistas Juan N. Medina, Díaz Lombardo, Ismael Palafox y Ramón Puente. El Fuerte Hidalgo fue reabastecido de provisiones y agua, y las calles de la ciudad fueron limpiadas.

La tarde del día 16, cerca de las cuatro, Villa tomó el mando, y desde el Hipódromo, ordenó romper los fuegos sobre las trincheras carrancistas. Aprovechando su superioridad numérica y que la línea alambrada estaba rota, los villistas lanzaron un nuevo ataque. Cerca de las ocho de las noche lograron entrar por el noreste y por la estación del Ferrocarril, replegándose los defensores al Fuerte Hidalgo. “En las estaciones del Central y del Noroeste, las fuerzas del 62 y las el 75 sostuvieron prolongados y encarnizados tiroteos para desalojar a los rebeldes, que avanzaban en esa dirección. A lo largo de la calle del Comercio y en las comprendidas desde la Avenida Lerdo, hasta la salida de la ciudad por el oriente, el tiroteo era constante, y los encuentros se sucedían con ligeros intermedios. Una granizada de balas barría las calles principales.” Dos veces fueron rechazados los atacantes, pero volvían desesperados a la carga. Los villistas pudieron entrar nuevamente al centro de la ciudad, a pesar de la feroz resistencia de los carrancistas en las garitas internacionales, posesionándose de la oficina de Inmigración y de la Plaza de Toros.

Sin embargo, cuatro horas después, cerca de la media noche, los carrancistas pudieron contraatacar y expulsar de nuevo a los asaltantes. Cuando los villistas se replegaban, se escucharon algunos disparos que provenían de El Paso, al tiempo que la infantería negra estadounidense cruzaba el puente internacional, invadiendo Ciudad Juárez, aparentemente para evitar que el combate se generalizara en el centro de la población, pues las balas habían cruzado la frontera y matado y herido a varios vecinos. El general González ordenó reconcentrar nuevamente a sus tropas al Fuerte Hidalgo y, posteriormente envió al grueso de tropa al rancho de Palo Chino, en la sierra de Juárez, para evitar un enfrentamiento con las fuerzas estadounidenses, mientras averiguaba con sus superiores qué estaba pasando y cómo proceder. El general González envió un telegrama al presidente de la República informando de la invasión de tropas extranjeras y su retirada a 10 kilómetros al sur de la ciudad. Los estadounidenses reportaron que los villistas habían comenzado a huir cuando invadieron Juárez. El comandante Rosey C. Cabell aseguró que no tenían ninguna intención de “ayudar a los soldados carrancistas en el ataque de Ciudad Juárez […] solo tratamos de dispersar a los villistas cuando los disparos de éstos estaban haciendo bajas en el lado americano.”

Por su parte, el secretario de Villa aseguró que, después de las ocho de la noche del 16, cuando los rebeldes se preparaban para asaltar el Fuerte Hidalgo, se escuchó una intensa detonación de fusilería por el puente de la Avenida Lerdo. Según Jaurrieta, al principio, creyeron que se trataba de una fuerza carrancista que había logrado desprenderse del fuerte, pero, al darse cuenta de que utilizaban cartuchos de mejor calidad y de que una granada de cañón había explotado en una de las torres del Hipódromo, supieron que eran los estadounidenses. El villista Alberto Jiménez fue de los primeros en caer muerto en el bombardeo. Inmediatamente, Villa ordenó a todos sus hombres abandonar la ciudad y reconcentrarse en Senecú, donde había más de 100 heridos que fueron abandonados, y algunos de ellos fueron aprehendidos por los estadounidenses.

A primeras horas del lunes 17, la caballería estadounidense cruzó el río por los vados de San Lorenzo y Senecú, al tiempo que varias piezas de artillería del otro lado de la frontera abrían fuego contra el campamento villista. Un total de tres mil 600 soldados estadounidenses había comenzado a cruzar la frontera desde las once de la noche. A las doce y media de la mañana comenzaron a bombardear el Hipódromo, donde se sabía se encontraba Villa. Se hicieron más disparos de cañón desde los puentes internacionales, en intervalos de 20 minutos. A las tres de la madrugada, una vanguardia estadounidense se tiroteó con otra partida villista, que estaba parapetada en un campo de trigo a poco más de 250 metros del monumento a Juárez, logrando desalojarlos. La caballería extranjera, que había entrado por el vado de San Lorenzo, comenzó un movimiento envolvente al este y sureste de la ciudad, para rodear y capturar al mayor número posible de villistas. Los rebeldes fueron perseguidos por las tropas del general James Erwin, comandante del Fort Bliss, hasta Tierra Blanca y Mesa, huyendo rumbo a Samalayuca. Allí, ante el temor de ser capturado, Villa obligó a sus hombres, que iban completamente agotados y sedientos, a continuar hasta el rancho San José de Patos, en las cercanías de Villa Ahumada, a donde arribaron esa misma noche, y ahí permanecieron cuatro días acampados. Esa tarde, los soldados estadounidenses retornaron de inmediato a El Paso.

En la calles de Ciudad Juárez, doña Refugio Velarde de Membrila, presidenta de la Cruz Blanca, y sus hijos José y Carlos, así como José Rodríguez, Cipriano M. Chávez, Ángel Mainez y Manuel López auxiliaron a los heridos de ambos bandos, mientras don Efrén Cenoz, de la Beneficencia Pública, repartía alimentos y medicinas. El cuerpo de Policía se encargó de inhumar los cadáveres. Al cuerpo del villista Jiménez se le encontró su nombramiento de general, expedido por Villa en Ojinaga, en noviembre de 1917.

Según el parte oficial murieron 70 defensores, 117 rebeldes; 69 soldados heridos y 36 rebeldes. Cayeron prisioneros 39 villistas, que quedaron a disposición del Juzgado del Distrito, con excepción de dos, que fueron liberados, uno por estar demente, y otro porque pudo probar que había sido reclutado a la fuerza. En la Escuela de Agricultura, los villistas habían improvisado un hospital y abandonaron a 70 heridos graves y a 40 con heridas ligeras, según informó el director de la escuela, ingeniero Rómulo Escobar. Según Escobar, las fuerzas villistas sumaban poco más de dos mil hombres, de los que unos 800 tomaron parte en el primer combate; en el segundo entraron todos en acción. Las pérdidas económicas en la ciudad fronteriza se calcularon en medio millón de pesos entre lo robado y lo destruido. Según versiones, Felipe Ángeles y Ramón Vega no participaron en el ataque a Ciudad Juárez y permanecieron acampados en Zaragoza.

Del otro lado de la frontera, en las calles Stanton, San Jacinto y Santa Fe, fueron blanco de varios proyectiles los soldados Edward Reilly y Earl Smith, cerca del Puente Santa Fe; la señora Eduviges Ramírez y la señorita Agustina Ochoa, de 27 y 16 años, respectivamente, murieron en sus domicilios de las calles Octava y Novena, al igual que dos soldados, y otro que cayó herido. La niña Francisca Aguilar, de 14 años, de la calle Sexta, fue herida en un brazo, y la negra Emma Parker en una mano en su casa en la calle Tays. El general Erwin aseguró que, según indagatorias del inspector del Distrito del Cuartel General y de dos policías de El Paso, los villistas habían disparado deliberadamente contra civiles en El Paso.

Villa ordenó la retirada a Villa Ahumada, donde también fue derrotado por fuerzas carrancistas. Furioso, se replegó a la hacienda de Santo Domingo, dejando atrás a los heridos, y allí ordenó fusilar a su hermano Hipólito, pues éste se opuso a que enviara un tren a Villa Ahumada para recoger a los estadounidenses que encontraran para colgarlos. Según testigos, Martín López impidió que Villa asesinara a su hermano y que le prendiera fuego a la hacienda, “sacando su pistola y llamándolo embustero”, después de que éste dijo a su gente que López y Felipe Ángeles eran amigos de los estadounidenses, y por eso se oponían a sus órdenes. Martín insultó a Villa y dijo “que seguiría su camino y que no tendría nada que ver más con él.” Sin embargo, semanas después volverían a colaborar hasta la muerte de Martín en septiembre del mismo año, en las cercanías de la capital duranguense.

Sería la última vez que Francisco Villa atacara Ciudad Juárez, un año después rendiría las armas al gobierno del presidente interino de la República, don Adolfo de la Huerta, en Sabinas, Coahuila, quien le entregó cuatro haciendas para que él y sus hombres se dedicaran al trabajo. 

https://www.facebook.com/reidezelmendoza/

Fuentes: 

Felipe Velasco (don Nadie), Heroica Defensa de Ciudad Juárez: la verdad de los hechos, carácter y valor del soldado mexicano; invasión de tropas americanas y su pronta evacuación, Librería y Papelería La Ideal, 1919.

José María Jaurrieta, Con Villa (1916-1920), memorias de campaña, CONACULTA, México, 2009.

Reidezel Mendoza, Crímenes de Francisco Villa. Testimonios, Createspace Independent Publishing Platform, segunda edición, 2020.

Rafael F. Muñoz, El hombre malo y otros relatos [Villa ataca Ciudad Juárez y la marcha nupcial], México, Talleres Gráficos, México, 1930.

El Paso Morning Times, El Paso, Texas, 1919.

El Paso Herald, El Paso, Texas, 1919.

Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional.

Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores.

 

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2 comentarios sobre «Hace 101 años Francisco Villa atacó por última vez Ciudad Juárez»

  1. Son escasos los personajes relevantes de la Revolución Mexicana, a quienes no se le puedan atribuir excesos durante sus actuaciones bélicas. Hay quienes enfocan sus críticas o condenas, principalmente al General Francisco Villa. Justificadamente o no, enfocan sus críticas en el mas famoso revolucionario, haciéndo a un lado a otros que de ninguna manera quedan atras en sus hechos.
    Es conveniente hacer notar que, para lograr sus objetivos, acudían a actos de crueldad, eran hombres de su época, ninguno era santo. Pero hay quienes que, en lugar de realizar investigaciones, se dedican a fusilarse escritos u obras y solo transcriben lo ajeno. De cualquier modo, lo unico que queda por decir es: !!! Viva Villa !!!

    1. Debería primero darse cuenta de que quien escribe el texto lleva años realizando investigación sobre Revolución, indagando en archivos, confrontando fuentes para que precisamente para no repetir las mismas narraciones sobre Villa que les encantan a los ingenuos y a los ignorantes, cuyo mejor argumento un “Viva Villa”

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