En 1968 una cuadrilla de saqueadores arrancó la fachada de un templo maya en el sur de México y la mandó en avión al Museo Metropolitano de Nueva York para venderla e incorporarla a la exposición Before Cortés. El MET no la adquirió, en cambio, notificó la operación a Ignacio Bernal, entonces director del Museo Nacional de Antropología. Éste se reunió con funcionarios del Museo Metropolitano y juntos presionaron al traficante Everett Rassiga para la repatriación del monumento. Cuando el MNA recuperó esta fachada, llegó fragmentada en 48 secciones y su reintegración constituyó una labor compleja, pues al parecer, no se contaba con información que permitiera conocer su aspecto original.
Durante años se discutió su procedencia; hoy sabemos que se extrajo del sitio arqueológico Placeres, al sur de Campeche. La Fachada de Placeres debió construirse alrededor del año 400 d.C. En ella se destaca el rostro de un ancestro divinizado, enmarcado por una banda de cuentas, el cual surge de dos mascarones. En las aletas laterales observamos, en forma descendente, el llamado monstruo o pez Xook, el diseño de estera o petate, las orejeras del mascarón central, de nuevo el diseño de estera o petate y el lagarto o monstruo Imix.
Tras el abandono del sitio durante época prehispánica, los relieves de estuco sufrieron alteraciones causadas por el intemperismo, así como la pérdida de elementos arquitectónicos. Con el paso del tiempo, el edificio quedó cubierto por escombros y vegetación, lo cual causó pérdidas de la capa pictórica y la disgregación del estuco.
El diagnóstico que se realizó en 2014 sobre su estado de conservación, los materiales fotográficos que se han podido recuperar del desprendimiento durante el saqueo, así como el avance en el terreno de la iconografía, motivaron a desarrollar un programa de conservación que permitiera recuperar, hasta donde fuera posible, la apariencia más cercana a la que pudo tener al momento del saqueo.
Entre los años 2018 y 2019 el MNA integró un equipo de especialistas, que elaboró el diagnóstico y desarrolló propuestas de intervención orientadas hacia la conservación del monumento. Los análisis revelaron que la falta de experiencia e improvisación de los saqueadores en el ámbito de la restauración ocasionaron severos daños al monumento durante el desprendimiento. Lo más grave, sin lugar a dudas, fue la pérdida del contexto arqueológico, así como de mucha información escultórica como fragmentos de la pieza, molduras y superficies estucadas con la policromía original, que formaban parte de los elementos estructurales del edificio.
Los estudios llevados a cabo revelaron que la paleta cromática consta de cinco colores, aplicados mediante capas sucesivas sobre el estuco. La base que cubre toda la superficie es anaranjada. Los personajes e indumentaria se colorearon en rojo anaranjado, cuyos contornos y detalles iconográficos fueron delineados en rojo vino. Los dientes, uñas y esclerótica son blancos, y las pupilas negras. Esta policromía quedó opacada por un velo blanquecino formado por la aplicación de un polímero, lo cual impide apreciar adecuadamente los detalles. En este sentido, las labores de conservación centraron su atención en el retiro del velo, con el propósito de que pueda apreciarse la policromía original.
Daniel Juárez Cossío
Curador-investigador, MNA
Sergio González Gómez
Laboratorio de Conservación, MNA
Con información del Museo Nacional de Antropología.