Diario 19 / 13 de Junio de 2018
Por Francisco Torres
Todas las ciudades son conocidas por su asentamiento cercano a algún emblema, ya sea físico, geográfico o cultural. Podemos pensar en las primeras civilizaciones volviéndose sedentarias por la existencia de agua a sus alrededores; pero en el norte de México, específicamente en Nuevo León, el desarrollo urbano se debe principalmente a la industria del acero, que a principios del siglo XX hizo florecer la ciudad.
Hoy, el famoso Parque Fundidora, un lugar de esparcimiento cultural, recreativo, social y deportivo, en la ciudad de Monterrey, es el centro de reunión de muchas familias regiomontanas. Inclusive, en 2007 fue la sede del Fórum Universal de las Culturas, honor que han auspiciado, de igual forma, urbes como Barcelona, Nápoles, Valparaíso y Ammán.
Pero lejos del esparcimiento y la cultura, la historia del mítico lugar regiomontano se remonta al año de 1900, cuando fue constituida la Compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, en la cual resultó electo en el acta fundacional Vicente Ferrara, como presidente, y Adolfo Zambrano, como secretario.
De la fundidora saldría el acero para construir la Cámara de Diputados, así como el Monumento a la Revolución. También la Placa 16 de Septiembre, en Toluca, hoy conocida como Cosmovitral, fue elaborada con materiales de la empresa.
Rodeada por el famoso Paseo Santa Lucía, que emerge del lugar de origen del Nuevo Reino de León (primer nombre de la entidad), y vigilado por las montañas, especialmente por el Cerro de la Silla, la historia que encierra el Parque Fundidora ha pasado de ser el centro de producción metalúrgica del norte del país a un lugar recurrido para dejar de lado las presiones cotidianas y laborales.
Vale la pena hacer un recorrido histórico por las diferentes circunstancias que ha atravesado la Fundidora de Monterrey, su ascenso y decadencia, así como el levantamiento de una ciudad a las faldas de sus ruidosos hornos.
Los orígenes y la sinergia de talentos internacionales
Alberto Casillas Hernández, jefe del Archivo Histórico de la Fundidora de Monterrey, compartió a la Agencia Informativa Conacyt los detalles históricos de la evolución que la antigua compañía de fundición atravesó a lo largo del siglo XX.
“El inicio de la Compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey se da con un capital principal de 10 millones de pesos oro, la cual corrió a cargo del italiano Vicente Ferrara, que a la postre fue el primer presidente. Para lograr este proyecto, invitó al norteamericano Eugenio Kelly, que contaba con buen capital crediticio, a Leonel Signoret y a Antonio Basagoiti, francés y español, respectivamente”.
El objetivo del consorcio fundacional consistía en beneficiar a los metales para transformarlos en rieles y estructuras, pues antes de 1900 todos estos bienes eran traídos de Bélgica y de Francia. Esto los haría dejar de depender de importaciones excesivas para el desarrollo de futuros productos maquinarios. A pesar de esto, la maquinaria inicial de la Fundidora de Monterrey provenía de Estados Unidos.
“La tecnología es traída principalmente de Pensilvania (del conocido Rust Belt o zona industrializada en Estados Unidos), de Ohio y de Nueva York. En cuanto al capital técnico, carente en aquellos tiempos en México, fue traído de España, el Imperio Austro-Húngaro, Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Ellos se encargaron de echar a andar la maquinaria e instruir a empleados mexicanos para que adquirieran el bagaje tecnológico”.
Inspirados en las obras europeas, los advenedizos bautizaron la Fundidora de Monterrey como “La Maestranza”. Esto representaba una nueva forma de vida, nuevos conocimientos y cómo los aplicaban con su familia. También impactó a los mexicanos de forma directa, ya que adquirieron hábitos familiares distintos, la cultura del ahorro y otras cuestiones propias del imperialismo cultural.
“Los trabajadores provenían de Monterrey, pero también de los municipios de todo el estado, así como San Luis Potosí, Coahuila, Tamaulipas, Zacatecas y algunas minorías de otras regiones. Y es importante hacer mención que, hasta ese entonces, el mercado estaba acostumbrado a consumir el producto extranjero en la metalurgia”.
En 1907, Adolfo Prieto llega a las riendas del consejo de la empresa, desde donde tuvo un impulso reconocido hacia nuevas estrategias de comercialización y producción, alcanzando en 1909 casi las 60 mil toneladas de acero.
El acero producido por la Fundidora de Monterrey tuvo una repercusión real, pero también simbólica a nivel nacional, poniendo la ciudad en los ojos del país. Y no es para menos, ya que construcciones emblemáticas de México contienen una parte de la empresa de metalurgia.
La Fundidora durante la Revolución
Entre 1909 y 1912, el volumen de producción de la Fundidora de Monterrey supera las 60 mil toneladas de acero, pero se vendrían tiempos difíciles por los conflictos armados que trajo la Revolución Mexicana al noreste del país.
“Las cifras récord no volverían a alcanzarse hasta 1929, pues en 1913 llegó la Revolución a Monterrey. Las revueltas y conflictos redujeron la producción. Porque con la guerrilla se trabajó levemente, únicamente para mantenerse, pues el comercio de rieles prácticamente desapareció. Entonces, la Fundidora de Monterrey enfocó sus ventas en Texas, San Francisco y Japón”.
En 1920, ya con Adolfo Prieto en la presidencia del Consejo, se adquieren dos yacimientos: el de Hércules, Coahuila, y el de Mercado, ubicado en Durango.
“Es en 1920, con Plutarco Elías Calles, y basados en el nacionalismo, que surgen los grandes edificios de la modernidad, el telégrafo, los carros y la radiodifusión. Y la Fundidora participa en dicho movimiento con el lema ‘Produciendo acero para México’. También inicia una expansión a otros niveles, liderada por un elefante como marca”.
El elefante de guerra de la Fundidora de Monterrey
En la búsqueda de un símbolo que representara los valores proyectados por la empresa metalúrgica, en la segunda década del siglo XX un elefante surgió como el estandarte de la Compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey.
“El elefante asiático como símbolo representaba la fuerza y la resistencia. Adolfo Prieto trae consigo a personalidades del porfiriato, pero también cercanos a Plutarco Elías Calles. Esto les valió exención de impuestos, contrato de exclusividad, y diversifica su producción gracias a eso”.
Además del elefante, el entonces presidente del Consejo buscaba más elementos de identificación de los obreros con la empresa. Debido a eso crea la Sociedad Recreativa, que fue un espacio donde podían juntarse, realizar actividades culturales, e incluso llegaron a tener un periódico llamado Colectividad.
“Se construyó un parque con una pista de atletismo, donde competían los empleados contra otras empresas, como Cervecería y Vidriera. Incluía también una escuela que buscaba crear a los primeros técnicos formados por la misma Fundidora de Monterrey”.
La identidad incluía la creación de una colonia, llamada Acero, que ejercía una especie de control sobre los obreros, ya que la cercanía a la empresa les era benéfica en caso de alguna eventualidad, pues eran contactados rápidamente.
“En 1929, Adolfo Prieto busca que se tenga un parque recreativo, pues Monterrey se alejaba de su espíritu campirano para ser una sociedad principalmente urbana. Entonces Prieto dona sus terrenos, conocidos como La Nogalera. El municipio, en honor al donante, bautiza el sitio como Parque España, en honor al país donde nació”.
En la actualidad, el Parque España conserva el nombre y la ubicación, pues es paralelo al Parque Fundidora, solo dividido por el cauce del río Santa Catarina.
La sustitución de las exportaciones
Con la aparición de nuevas empresas en México y en el continente, la Fundidora de Monterrey observa su primera crisis severa, pues la competencia mengua la producción que promediaba.
“México, ante el avance del mercado internacional, comienza con la sustitución de importaciones, y con eso inicia la industrialización del país. Porque el gobierno, con políticas proteccionistas, da prioridad a la producción de primera necesidad”.
En 1942, se inaugura el segundo horno alto de la Fundidora de Monterrey, el cual contaba con una capacidad de 600 toneladas. Con esto, se vinieron modificaciones. En esta década, y por la Segunda Guerra Mundial, la empresa comienza a difundir obras de arte y literarias de diversas partes del mundo.
La época dorada
“En la década de 1950 comienza la época dorada, con las políticas de Adolfo Ruiz Cortines. Fundidora construye sus primeras 100 casas, en la conocida colonia Buenos Aires, detrás del Parque España. Por esto también marca una amplia relación de la empresa con el gobierno del estado”.
La renovación comenzó con la incorporación del Molino Lewis, cuya producción es de 120 a 150 toneladas métricas. Esto genera un aumento de lo producido, pero también una reducción del personal.
“Por estas mejoras, el sindicato tuvo tensiones con la empresa, porque ellos querían que Fundidora capacitara a los obreros, pero los empresarios argumentaban que no contaban con la preparación técnica para ejercerlos”.
Entre 1959 y 1977 se realizaron expansiones, entre las cuales se encontraban la construcción de una planta termoeléctrica y una de tratamiento de aguas negras.
“La Fundidora de Monterrey tuvo que diversificar su producción ante el alejamiento de los ferrocarriles, por lo que apostaron a la elaboración de acero plano. En 1960 se abre esa planta”.
De 1964 a 1968 se lleva a cabo la construcción de su tercer horno (hoy conocido como Museo del Acero Horno3), que estaba totalmente automatizado. Tenía una producción de mil 200 toneladas, con planos traídos de Estados Unidos, pero construido por mexicanos. Fue, por un tiempo, el horno automatizado por excelencia de América Latina.
Contaminación en Monterrey por la Fundidora
“El problema de las nuevas tecnologías trajo a Monterrey el problema de la contaminación, pues los vientos de la ciudad corren de oriente a poniente. La clase acomodada del siglo XX se asentaba en la Calle Hidalgo, pero se fueron moviendo por la contaminación producida por la Fundidora de Monterrey. Se fueron primero al Obispado, después a San Jerónimo y llegaron a San Pedro”.
Dichos movimientos se dieron para escapar de la contaminación, pero desconocían que los vientos típicos de la zona harían que los alcanzara. Por eso la ciudad se encuentra constituida en sectores pertenecientes a la clase alta a través de los años.
“La planta peletizadora expedía un polvo rojo que quedaba pegado a los carros. De igual forma, la ropa que se tendía era manchada. Por ello, el ecosistema se comenzó a carcomer. Esto trajo protestas que argumentaban: ‘Queremos trabajo, pero no contaminación’”.
La llama azul y el silbato, reloj de los regiomontanos
“El tercer horno tenía en su cúpula una llama azul, que los habitantes del oriente y poniente podían ver. Se podría decir que para esos habitantes, el sol nunca se ocultaba, siempre estaba esa llama azul que iluminaba una parte de la ciudad”.
A esto se suma el silbato característico de la Fundidora de Monterrey, que funcionaba como un reloj para los asentamientos cercanos a la fábrica. Los habitantes se guiaban por el silbido para salir de la escuela, la hora de la comida, o como una típica hora de regreso.
“En aquellos tiempos, los papás decían: ‘Regresa cuando suene el silbato de la noche’”.
El comienzo del fin
“En 1977, Fundidora de Monterrey culmina sus planes de expansión. Pero para ese entonces ya tenía grandes deudas, debido a la situación económica del país. La empresa buscaba préstamos gubernamentales, los cuales fueron otorgados. Sin embargo, en 1978, el gobierno federal se convierte en accionista mayoritario”.
En 1978, se convierte en empresa paraestatal. Y bajo la presidencia de López Portillo, con la compañía Sidermex, aglutina a las tres grandes empresas de metalurgia del país: Fundidora de Monterrey y Altos Hornos de México.
“El objetivo era mantener la producción en conjunto, hacer más eficiente la producción y el uso de acero. Pero el gobierno no invirtió, lo cual dio como resultado que el Molino Lewis cerrara operaciones en 1981, por su tecnología obsoleta y escasa producción”.
Poco a poco los demás departamentos fueron clausurándose, hasta que en 1984 solo funcionaba el horno alto número 3 y el área de acero plano. Ante eso, el 9 de mayo de 1986, la Fundidora de Monterrey fue declarada en quiebra, por deudas, problemas laborales y tecnología obsoleta.
“La mayoría de los siete mil trabajadores que laboraban al final en la compañía perdió su trabajo. Al buscar cabida en otras empresas, no se les aceptaba, ya que fueron estigmatizados por haber estado en la quiebra de la empresa”.