E. Rosales / @elpolitigrillo
El periodismo, la labor relacionada con la información y la búsqueda de la noticia se ha convertido en una de las profesiones más peligrosas en nuestro país. Las intimidaciones y amenazas a comunicadores han ido aumentando hasta llegar a crímenes y asesinatos. No sólo la libertad de expresión no está siendo respetada, sino que el Estado no es capaz de garantizar la seguridad de quienes se encargan de informar a la sociedad. La verdad se está convirtiendo en un artículo de alto costo, y quienes se atreven a buscarla pagan un precio muy alto.
Los comunicólogos se ven atacados por todos los frentes. Por un lado, por políticos que se incomodan por la publicación de noticias que los involucran en actividades ilícitas o indebidas. Por otro, por grupos criminales molestos por la cobertura que llevan a cabo los periodistas de sus acciones ilegales. Y por otro lado, por una sociedad que no valora la gran labor que realizan los periodistas en beneficio del país, al luchar para mantener viva la libertad de expresión y garantizar el derecho a la información.
La cesura se ha convertido en un eje central del modus operandi de muchos gobiernos e instituciones públicas. La manipulación de la noticia y de la línea editorial de los medios noticiosos por parte de poderosos se vuelve una práctica común. La mayoría de los medios de comunicación se han dejado manipular y se adhieren a la línea editorial oficial, mientras que los que no lo hacen, los que no se pliegan a la línea gubernamental, los pocos que aún nos quedan, se arriesgan al rechazo, el descrédito, la amenaza, la pérdida de su seguridad e incluso de la vida.
El caso Aristegui es un claro ejemplo del modus operandi oficial. La intención de callar bocas y silenciar voces es clara. Quienes no se apegan a la línea establecida por el poder lo pierden todo, independientemente de su profesionalismo, capacidad, reconocimiento o audiencia. Las grandes televisoras y medios informativos “avalados” oficialmente lo controlan todo, incluso nuestro derecho a la verdad y a la información veraz y oportuna.
La verdad se ha convertido en un tesoro preciado, conseguirla puede costarlo todo. La búsqueda de la misma es una actividad de alto riesgo, incluso en un país como el nuestro donde la información veraz está garantizada por la ley como un derecho ciudadano. El costo de conseguirla podría ser la vida. Lo que es aún peor es que ni siquiera la sangre de los caídos ha conseguido que la verdad sea garantizada.
La cacería de periodistas incómodos continúa. Uno tras otro van cayendo en el intento por conseguir la verdad. Vidas derramadas en beneficio de la sociedad, en el intento de proporcionarle el tesoro más preciado, la verdad. Vidas derrochadas que nadie valora, tumbas que nadie visita, voces que nadie recuerda, verdades que nunca más nadie buscará. Cementerios de voces que podrían cambiar el mundo y que, sin embargo, nadie podrá escuchar más.
La libertad de expresión se convierte en un sueño cada vez más lejano. Los días pasan y la verdad se encarece, la información se restringe y la realidad se pierde. “Ellos” quieren que la verdad sea tan subjetiva como la mentira, que muramos sin saber quiénes fuimos y para qué fuimos creados. “Ellos” quieren una sociedad silenciosa y sumisa, que olvide sus derechos y desconozca sus garantías individuales. “Ellos” quieren que callemos por miedo y nos olvidemos de lo que somos y creemos. “Ellos” quieren que nuestro grito se extinga con nuestra capacidad de ser nosotros y elegir nuestro futuro. “Ellos” ya no quieren que escuches a tu conciencia y luches por tus ideales. “Ellos” quieren que nosotros dejemos de ser nosotros. ¿Callaremos? ¿Dejaremos que nos quiten lo que somos? ¿Dejaremos que nuestras voces sean enterradas junto con la verdad? ¿Dejaremos que nuestras conciencias se duerman y nuestro silencio conceda? ¡Nunca!… puesto que el conocimiento de la verdad, y sólo el conocimiento de la verdad, otorga la verdadera, única, incorruptible y eterna libertad al ser humano. ¡No callaremos!… antes, moriremos gritando.
En tributo a todos los periodistas caídos en el ejercicio de sus actividades profesionales. Vuestra sangre nunca será en vano. Descansad en paz.