Genaro Vázquez, la trama de un asesinato sin aclarecer

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Kau Sirenio / diario19.com

A más de cuatro décadas de la muerte de Genaro Vázquez Rojas, el accidente automovilístico en el que pereció sigue sin aclararse: el Estado mexicano mantiene total hermetismo acerca de este caso, a pesar del tiempo transcurrido y los cambios políticos de los últimos años.

El domingo 2 de febrero se cumplieron 42 años del deceso del maestro rural de San Luis Acatlán que en la década de los sesenta se levantó en armas en contra del gobierno. Como cada año, en su tierra natal se conmemoró el aniversario luctuoso.

“Al comandante Genaro lo mataron”, aseguró José Bracho Campos, durante un encuentro con alumnos de la Preparatoria 14 de San Luis Acatlán en febrero de 2007.

“Cuando nos accidentamos, él estaba vivo; no lo pudimos rescatar porque nos iban siguiendo los militares”, recordó quien fuera lugarteniente de Vázquez Rojas.
El día del accidente, en el coche viajaban Genaro, Bracho, Sabina, Araceli y Salvador Flores Bello al volante. Salvador Flores fue llamado ese día para que condujera, debido a que él era el único que contaba con licencia de conducir. De los demás ninguno tenía documentos oficiales.

A la altura de Mil Cumbres, Michoacán, Flores Bello pidió lo dejaran dormir un rato porque se sentía cansado. Estacionó el auto a la orilla de la carretera, a pesar de los riesgos que implicaba detenerse en una vía transitada. Una hora después reanudaron el viaje; al llegar al puente de Zinapécuaro, Michoacán, un puente de un solo carril en el kilómetro 226, se durmió mientras conducía. El vehículo se estrelló contra el alero del puente. La parte delantera del coche quedó destrozada. Bracho Campos salió con lesiones severas; Genaro, Sabina y Araceli viajaban en la parte trasera, por ser el lugar de mayor seguridad.
Sin embargo, el informe oficial señala: “…el vehículo donde viajaban miembros del comando de la Asociación Cívica Nacional Revolucionario (ACNR), se impactó contra un puente a una velocidad de 140 kilómetros por hora, el suceso ocurrió a 20 kilómetros de Morelia, Michoacán”.
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Al reaccionar, Bracho huye del lugar, se pierde en la oscuridad de la madrugada, llevando consigo una ametralladora con la que intenta romper el cerco militar. En la escena del accidente, los conductores que circulaban por ese tramo intentan auxiliar a los heridos y piden ayuda a la Policía Federal de Camino (PFC) y a Servicios Médicos de Emergencia (SME), sin saber quiénes son los accidentados.

Los primeros en llegar fueron los de la PFC; los paramédicos llegan después. Mientras los heridos reciben los primeros auxilios, la policía inspecciona el coche para conocer la causa del accidente; además de buscar documentos de los accidentados.

Cuando los policías registran el interior del auto encuentran dos ametralladoras M-2 con siete cargadores llenos, una maleta con 350 mil pesos, cuatro casas de campaña, bombas caseras, manifiestos, pantalones, camisas, playeras y zapatos de distintas tallas; medicinas, binoculares, revistas ¿por qué?; además de literatura revolucionaria.

Con estos elementos, la policía infiere que los heridos son parte de una unidad de guerrilla; se comunican con el procurador de Michoacán, Raymundo Herrera Sánchez, quien informa al ejército mexicano y a la Dirección Federal de Seguridad (DFS) de este hecho.

El comandante en jefe de ACNR, Genaro Vázquez Rojas, estaba vivo aún. A las 2:30 de la madrugada del 2 de febrero, Genaro Vázquez murió en el Hospital Civil de Morelia. La DFS, el ejército y la policía de Guerrero y la de otros estados, estaban tras de ellos, pisándoles los talones.

Con un fuerte dispositivo de seguridad trasladan el cuerpo del guerrillero a la ciudad de México, a través de la Fuerza Aérea Mexicana. A las 5:00 de la tarde, llega al Hospital Militar Consuelo Solís para reclamar el cadáver de su esposo.

–En el Hospital Militar me entregan el cuerpo de Genaro, pero no me entregan ningún acta de defunción –dice Consuelo Solís-. Del lugar del accidente se lo llevan vivo al hospital de Michoacán y hacen un cambio en el camino, de un jeep a la Cruz Roja. Al hospital llegó mucha gente, pero no pudo entrar.

–¿A nadie le permitieron verlo? –quiere saber el reportero.

–Ni a un médico del propio hospital, que junto con otras personas pedía ver el cuerpo de Genaro, se lo permitieron –contesta la esposa de Genaro Vázquez.

“Queríamos ver a Genaro y no nos lo permitieron. Cuando vieron que el hospital estaba rodeado por cientos de gentes, dijeron que iban a desalojar; porque el cuerpo se iba a la ciudad de México. El helicóptero entró hasta el patio del hospital y lo llevaron directo al hospital militar”, recuerda a esposa del guerrillero.

Una semana antes de la muerte de Genaro, la DFS detuvo a su esposa Consuelo. A su hijo Genaro, de nueve años de edad, ya lo tenía en su poder la tristemente célebre dependencia al mando de Fernando Gutiérrez Barrios. Con esto, el gobierno pretendía obligar al rebelde entregarse. Semanas antes del accidente, apareció una fotografía a color en un diario del Distrito Federal, de Genaro y uno de sus hermanos en brazos de unas chicas en el patio una casa en Cuernavaca. El periódico nunca aclaró cómo obtuvo la foto. En la foto, la postura de los fotografiados se notaba forzada.
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Ese 2 de febrero de 1972, en la versión oficial, Genaro viajaba rumbo a Morelia, camino a Tierra Caliente, al sur de Michoacán, acompañado por las dos mujeres de la foto, que nunca fueron identificadas, y otras personas, una de ellas, Salvador Flores Bello, que era el conductor. Al llegar a la última curva de la carretera antes de arribar a Morelia, se supone que perdió el control y sin frenar ni intentar ninguna otra maniobra, se estrelló casi de frente contra el puente. Flores Bello, años después, fue presidente municipal de Atoyac. Lo curioso del caso es que contendió por el PRI, contra cuyo régimen, aparentemente, luchaba junto con el comandante Genaro.

Tras la muerte de Genaro Vázquez, el gobierno encarceló a sus principales colaboradores; luego los liberó a cambio de un secuestrado que la guerrilla tenía en su poder. Una vez libres, todos salieron a Cuba, donde se integraron a los planes de educación de este país.

“En el asesinato de Genaro hubo cosas extrañas. A más de 140 kilómetros por hora, el auto debió quedar destrozado; pero el único que murió poco después en el Hospital Civil de Morelia fue el dirigente rebelde, mientras, que sus acompañantes salieron casi ilesos”, asegura Arturo Miranda en su libro El otro rostro de la guerrilla, publicado en 2012. Del alcalde Flores Bello, se supo después, pero de las mujeres nunca se supo nada.

Un cazador declaró a un diario michoacano, con la condición de que no se publicara su nombre, que vio el accidente desde lo alto de un cerro cuando llegaron los militares.

“Cuando pasé ahí cerca escuché gritos de una mujer que pedía auxilio”. Al voltear a ver, de lejos vio las luces de las patrullas y carros militares.

A la distancia pudo ver un conjunto de luces estáticas de vehículos. En determinado momento escuchó un estruendo; y minutos después llegó al sitio donde dos camiones militares atendían a unas personas que aparentemente habían sacado de un auto accidentado.
En Morelia se supo que el único lesionado grave era Genaro, quien murió a consecuencia de una lesión en el cráneo en forma de “V” invertida. Conocedores de las armas no dudaron en afirmar que la herida había sido causada por un culatazo. Sin embargo, médicos legistas rechazaron la hipótesis.

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