La ejecución del “Padre Goyo” no es un hecho aislado / Crimen organizado gobierna Guerrero y México

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diario19.com

Las advertencias al gobierno en busca de mayor seguridad para derechohumanistas, periodistas y pastores religiosos, no son más que llamados que la clase política mexicana toma con desdén sin involucrar su tarea realmente en acciones que den certeza siquiera de una señal de voluntad por lograr el verdadero Estado de Derecho, que proclama Peña Nieto en sus discursos vanos, a una población que nada de lo que dice le cree.

El asesinato del “Padre Goyo” es una muestra más de la impunidad que no cesa. La incapacidad del Estado mexicano de brindar seguridad a la Nación, sin embargo no es aislada. La muerte por asesinato y persecución de párrocos de comunidades indígenas, pequeñas poblaciones y municipios infestados de narcotraficantes a las órdenes del gobierno en turno, demuestran cómo en México, la disidencia se ataca con la muerte.

Hace 3 meses el cuerpo torturado del párroco Ascención Acuña, el “padre Chon”, apareció flotando en el Río Balsas.
los mismos 3 meses del ataque y desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa. Tres semanas de las decapitaciones en Chilapa. Dos meses de la aparición de fosas clandestinas al rededor de Iguala. La historia de muerte en Guerrero y la República Entera no cesa. Peña Nieto ha perdido completamente el rumbo.

Peña y su equipo se reúnen semana tras semana, emitiendo comunicados y discursos que ya nadie escucha, que incluso a nadie infunden temor aunque salgan de la boca del secretario de la Defensa nacional, o el de Marina, o Gobernación. La muerte por asesinato es el castigo del disidente social.

Gregorio López Gorostieta fue asesinado, después de haber sido secuestrado en el seminario de Altamirano, la noche del 21 de diciembre. le dieron un balazo en la cabeza cuando se celebraba el nacimiento de Cristo. Su “navidad” fue la muerte, lo encontraron en Tlapehuala.

No hubo llamada o mensaje para pedir algún rescate, simplemente lo mataron. Al caer la noche, alguien apagó todas las luces del lugar; pensaron que se trataba de una falla eléctrica.

El obispo de la Diócesis, Maximino Martínez Miranda, clamó por el regreso del padre Gregorio, una y otra vez. Escribió una carta y dio entrevistas a los medios, en las que se dirigía a los captores del religioso y les pedía que entablaran una “negociación”. “Goyito es muy tranquilo”. Pero lo mataron, lo asesinaron por lo que decía en sus sermones.

“En el Nombre de Nuestro Señor Jesucristo, SUPLICAMOS QUE LO LIBEREN; si ustedes tienen algunas condiciones para su liberación, háganoslas saber”, dice la carta del obispo que se difundió todo el miércoles, incluso al final de la misa de Navidad. Para El Estado mexicano, la súplica de los de abajo es sólo un “gimoteo”. “Ustedes se lo buscaron, ahora sean hombrecitos” como le dijeron los soldados a Omar garcía el 26 de septiembre en Ayotzinapa.

El Trigésimo cuarto batallón del Ejército y elementos de la Policía Federal se “involucraron” en el caso desde la madrugada del lunes, después del “levantón” de Gregorio, confirmó el obispo. “Toda la vida hemos andado entre ellos”, aseguró el Obispo que tras 8 años en la Diócesis, de Altamirano, Guerrero.

En su plática engloba a criminales, secuestradores, extorsionadores, policías, soldados, federales y políticos. “Sus “halcones”, incluso comunican a sus jefes “ahí va el obispo”.

El ha visto pasar a comandos cargando sus armas, incluso “muchas veces me han parado, apuntándome… Me bajo, platico con ellos, ¿qué les pasa?. Es el obispo, disculpe, puede seguir avanzando”.

Pese al operativo desplegado por el gobierno federal en la Tierra Caliente, acepta que “sigue todavía muy fuerte la delincuencia”, aunque de diferentes maneras.

“Es prácticamente un enfrentamiento directo contra el demonio”, advierte Miranda.

López Gorostieta ofició su última misa en la Catedral, el domingo 21, a las 7 de la noche.

“Goyito es como otro Cuco, así decía yo, ¿qué pasó?, no sé, muchas preguntas que nos hacemos, pero al final se lo dejamos también a Dios”, dijo el padre Javier Castrejón en la misa del jueves por la noche.

El “padre Cuco” era como conocían a Habacuc Hernández Benítez. “Cuco” fue asesinado a mediados de 2009 junto con dos jóvenes seminaristas.

Gregorio nació en Las Piñas, Estado de México, el 9 de marzo de 1975. Fue ordenado como sacerdote el 25 de marzo de 2006 en Altamirano. Su cuerpo estará hoy viernes a la parroquia de Nanchititla.

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