Producen marihuana entre frío, pobreza y amenazas

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Richard Ibarra / diario19.com

 

El crecimiento de enervantes no sería posible sin la participación de los pobladores, la mayoría pobres y sin más oportunidades

 

La comunidad de San José de Ramos, en el norte de Durango, tiene en época de frío más sembradíos de marihuana que viviendas con luz eléctrica.

Enclavada en el municipio El Oro, a 360 kilómetros de la capital, la localidad de 312 habitantes está en la región que comparten Tepehuanes, Santiago Papasquiaro y Guanaceví, donde el cártel del capo Joaquín El Chapo Guzmán cultiva droga para llevarla a Estados Unidos, según el gobierno federal.

Desde el siglo XIX, se presentaron diversas sequías que afectaron la minería y la productividad agrícola en esa zona. Actualmente se sabe que narcotraficantes han aprovechado la accidentada geografía para sembrar marihuana y amapola, ocultarse, y recientemente producir drogas sintéticas.

Los municipios duranguenses de Canelas, Topia, Tamazula, San Dimas, Otaez y El Oro, colindantes con Sinaloa y Chihuahua, también han sido clasificados como un ángulo superior del país en la cosecha de enervante.

Sin embargo, documentos difundidos por la Procuraduría General de la República señalan que en Durango la zona productora se concentra en los ayuntamientos de Tamazula, Canelas y Topia.

Entre julio de 2011 y agosto de 2012, la 10 Zona Militar, con base en la ciudad de Durango, destruyó casi 500 cultivos de marihuana solo en el territorio correspondiente a El Oro, informó el comandante de la región

El trabajo para cientos de soldados desplegados de manera permanente es complicado. El terreno sinuoso de montañas, peñascos y planicies les facilita a los sembradores su labor, y a las autoridades dificulta el avance para combatir al narcotráfico.

 

Vida segura, campo fértil y sequía
En San José de Ramos el 85 por ciento de los pobladores se dedican a la agricultura como una de las actividades económicas de mayor importancia, es una muestra productiva para el narcotráfico en el territorio.

Los más viejos del lugar recuerdan la actividad minera, era entonces tan discreta que se practicaba recogiendo pepitas de oro en las arenas de su río, y tan productiva que le daba relativa tranquilidad a sus pobladores.

En un día de julio 2012, elementos del 85 Batallón de Infantería contaron más de 10 sembradíos de marihuana en una extensión de 70 hectáreas, a la cual se accede solo a pie entre el monte y por vía aérea.

De tramos que iban de los 200 a los 10,000 metros cuadrados, los sembradíos de la planta que llega a crecer hasta dos metros, estaban esparcidos en los bordes del arroyo que serpentea en medio de las montañas.

Entre caminos montañosos y de difícil acceso, se puede apreciar que cada área está debidamente equipada con mangueras de riego por goteo, agua succionada de la presa Lázaro Cárdenas y que abastece cada surco en los jardines de droga.

Un mando medio del batallón explica cómo la fuerte sequía que azota a Durango ha permitido este año que en mayo continuara la siembra de la planta, cuya temporada de cultivo va de los meses de noviembre a febrero.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), solo 38 de las 79 viviendas habitadas de la comunidad tienen energía eléctrica, y la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas la catalogó en 2004 con un muy alto grado de marginación.

La carencia de servicios en la localidad, conformada por rancherías distantes unas de otras, contrasta con las camionetas lujosas que transitan en esta y otras comunidades.

La mayoría de los vehículos son de modelo reciente y no portan matrícula, un indicio de que son robados y utilizados en actividades ilícitas.

Cuidan droga para subsistir

La siembra y cosecha de marihuana es la única fuente de recursos para muchas familias que habitan la zona, explican las autoridades militares, pero aunque un kilo de marihuana está valuado hasta en 3,000 pesos en las ciudades, en el campo los cárteles les pagan apenas 100 pesos diarios.

Para la “buena” producción de marihuana está la temporada de lluvias, entre julio y noviembre, dijeron los vecinos de Ramos. Los militares únicamente pueden capturar a los pobladores en flagrancia, “porque si no arrestaríamos a comunidades enteras”, platica personal militar.

En temporada de siembra, batallones de Infantería de otros puntos de la entidad refuerzan las operaciones militares por orden del gobierno federal, ante los cientos de plantíos que son localizados en vuelos e incursiones por tierra.

Se trata de una forma de vivir para la gente de ese lugar, después de la agricultura devastada por la ultima sequía ha sido la principal manera de subsistir.

Tras ser recolectada en los cultivos, las plantas son procesadas en unos laboratorios improvisados, otros cargamentos se trasladan a puntos específicos de Durango, Sinaloa e incluso Zacatecas, donde comienza el comercio.

De acuerdo con la PGR, para traficar la mariguana cosechada hacia Estados Unidos, el Cártel de Sinaloa utiliza regularmente dos rutas. Un trazo parte de las montañas hacia Sinaloa en avionetas que realizan vuelos clandestinos y la otra, a través de vehículos recorren brechas desde el sur de Chihuahua hasta llegar a Ojinaga, ciudad fronteriza con Texas.

Se ha detectado que, para evadir las operaciones militares, en los últimos meses los grupos delictivos utilizan una nueva ruta por brechas, carreteras y autopistas que inicia en Durango, cruza Chihuahua, Coahuila, y Nuevo León, para ingresar los cargamentos por la frontera de Tamaulipas con Estados Unidos.

Cosecha con olor a droga

El terreno de 70 hectáreas de marihuana que localizaron militares en San José de los Ramos  era trabajado por al menos 400 personas; este es el hallazgo de la extensión más grande en la historia del estado norteño dedicada al cultivo de la droga, aseguró el general de la Décima Zona Militar, Germán Javier Jiménez Mendoza.

Para llegar a ese lugar hay dos accesos por tierra. Uno es por el municipio Nuevo Ideal, donde ingresar llevaría más de cuatro horas, y otro es por el municipio serrano Santiago Papasquiaro, por donde el tiempo de trayecto es de 240 minutos.

Desde el aire fue fácil detectar las plantas de marihuana (mexicana y colombiana) que superaban el metro y medio de altura, producción con un tiempo estimado de 5 meses, detalló un mando militar con identidad bajo reserva por cuestiones de seguridad.

Las comunidades San José de Ramos y Emiliano Martínez, estuvieron próximas a los plantíos. Habitantes fueron amenazados de muerte para evitar denuncias hacia la actividad ilícita.

En el sitio se localizaron 60 toneladas de marihuana procesada y embolsada al interior de un laboratorio rústico, en el que se encontró una máquina para fabricación de hielo, utilizada en el proceso del enervante, así como varios tipos de fertilizante y decenas de recipientes de gran dimensión para almacenaje.

Los militares resguardaron la zona donde fueron asegurados dos rifles tipo AK-47, 14 cargadores, 108 cartuchos, 26 uniformes de tipo militar, y cinco vehículos de los cuales uno es blindado.

La droga sería destruida en los próximos días, luego de que peritos de la Procuraduría General de la República (PGR) terminaran con los dictámenes necesarios.

“Existen más denuncias que informan la existencia de plantíos en otros municipios de la entidad duranguense: Tamazula, San Dimas, Pueblo Nuevo, Topia y Canelas”, detalló el comandante.

El cártel de Sinaloa libra una disputa desde 2007 con la organización de Los Zetaspor el control de la zona y, según oficiales del ejército, eso aumentó la violencia en el estado.

Los Zetas imperan en Tepehuanes y Santiago Papasquiaro, dos municipios separados por 55 kilómetros y estratégicos para el tráfico de drogas. El primero porque colinda al norte con el fronterizo estado de Chihuahua y por su cercanía con Sinaloa, y el segundo debido a que es el más poblado de la región, con cerca de 52,000 habitantes.

Hace apenas un año, en el poblado Las Trancas en Tamazula Durango, se localizó el laboratorio de drogas sintéticas más grande de Latinoamérica, propiedad de Guzmán Loera.

En la sierra es común ver plantíos de marihuana y amapola al lado de caseríos o atrás de milpas de maíz que sirven como fachadas, pero en regiones llanas no.

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