Sociedad bullshit

JORGE TORRES / reportemedia.com

Los norteamericanos utilizan cotidianamente un término de difícil traducción que en castellano significaría algo así como manipulación y desprecio por la verdad. Bullshit sería pues una palabra que implicaría charlatanería, aunque no sería el estricto sentido literal del término. La impostura y la patraña encajarían también como sinónimo. Y esta expresión que denota desprecio por lo que alguien dijo o hizo, encaja perfectamente en esta disertación sobre una sociedad amputada de coraje y valor para enfrentar la contingencia en donde unos pocos se han erigido en amos de la mayoría.

¿Quién dicta en la actualidad los valores de una sociedad que se precie de ser libre? No debería ser la televisión, ni la Iglesia (cualquiera que sea), ni la Empresa las que le digan a la sociedad cómo comportarse. No es el Gobierno o los poderes autónomos del Estado los que deberían dictar clases de moral pública para que la sociedad se rija bajo esos estándares, mucho menos cuando esa clase política ha dejado mucho qué desear de su propio comportamiento. Es la sociedad misma mediante un diálogo abierto y valiente la que marca el paso de sus propios valores.

Y es aquí donde la sociedad se ha fallado a sí misma. No ha estado a la altura de las circunstancias. No ha sido capaz de construir un debate abierto consigo misma y trascender los intereses facciosos que la dominan.

Es racional y lógico pensar que una sociedad heterogénea (sería estúpido aspirar a una sociedad homogénea), es el ambiente más adecuado para que germine un sistema social y político justo y democrático, en donde la diferencia sea la esencia de la convivencia y la contradicción el motor de su propio desarrollo.

Pero para que esto ocurra la sociedad debe de estar integrada por hombres y mujeres libres. No cabe la sumisión o la cobardía en una sociedad que aspire a la libertad o busque cotidianamente mantenerla.

Quizá una de las grandes anomalías de los sistemas políticos de la época moderna es valorar a la sociedad en clases altas y bajas que se hace incluso desde la propia administración pública. La lucha de clases radica ahí precisamente. La riqueza es la que determina de qué lado estás. Si no tienes dinero eres de clase baja. Si eres rico perteneces a la clase alta. Y si tienes dinero pero no alcanzas la riqueza estás en esa ambigua y detestable clase media.

La lucha del amo y el esclavo de Hegel está en la esencia de esta clasificación, un juego perverso que mantiene a los hombres peleando por el estatus. No es la razón pura de Kant la que prevalece en esta contienda, sino la razón instrumental la que priva en las nuevas luchas por el dinero.

Esta clasificación es la que ha convertido a los hombres en manipuladores y mentirosos. Es la que ha llevado a la sociedad a convertirse en una sociedad bullshit. Esta lucha de clases es la que no permite que la libertad de pensamiento arraigue en el espíritu humano, pues estamos tan acostumbrados al dogma social que identificamos al enemigo en función de los bienes que posee.

Pero los valores de una sociedad no los determina la riqueza. Los valores de una sociedad están determinados por la capacidad que tiene para hacer riqueza y distribuirla de manera justa. Vivir libremente en un contexto de distribución equitativa de la riqueza de una nación es lo que determina los valores de una sociedad.

El rico y el pobre deben debatir en esta sociedad de valores y al final el rico tendrá que aceptar que su ambición tiene límites y el pobre asumir la responsabilidad de su propio trabajo para aspirar a una mayor riqueza. Al final rico y pobre dejarán de ser términos que se utilicen para valorar el estatus de una persona. El cambio de paradigma radica ahí precisamente.

Pero cuando una sociedad simula que busca la equidad y sacrifica la libertad por intereses mezquinos, por aspiraciones basadas en el estatus del dinero y la clase social, sus integrantes se convierten en unos canallas consumados, dignos de una sociedad bullshit.