¿Quién habla por el ejército? / Francisco Rodríguez / Detener el desplome del Estado

ÍNDICE POLÍTICO

Francisco Rodríguez

 

¿QUIÉN HABLA POR EL EJÉRCITO?

 

Si el Ejército Nacional está formado por hombres y mujeres de pundonor, que además se dicen herederos de Joaquín Amaro, Celestino Gasca y Saturnino Cedillo, entonces no merece la defensa melosa que hace de su prestigio un ex administrador de los haberes de oficina‎, supervisor de fajinas y proveedor del “rancho” de la tropa.

No le queda, de ninguna manera, andarse quejando de que lo involucran en violaciones de derechos humanos, ni en faltas de procedimientos burocráticos antes de las ejecuciones de rigor.

La sociedad espera otra cosa de sus militares, toda vez que ellos mismos nos han dicho hasta el cansancio que “están hechos de otra pasta”.

Si es así, pues ¡asuman su vocación!‎.

Si eso no lo entiende el administrador Salvador Cienfuegos, allá abajo, entre la tropa, es moneda de cuño corriente. Ahí sólo esperan instrucciones. Ahí no se cuestiona a los mandos. Sólo cumplen.

Lo que pasa es que esas órdenes no se las saben dar, dicen nuestros esforzados Juanes.

 

HACEDOR DE INSTITUCIONES

 

El Ejército Nacional fue hecho a mano por gente con un sentido matemático de la organización. Fue tal su importancia, que cuando a Calles –Plutarco, no sus lamentables descendientes– se le ocurrió copiar de Alemania el funcionamiento de un Banco Central emisor de moneda, se lo encargó al Ejército.

El Banco de México, que tanto presumen los panistas haber inspirado a través de Gómez Morín, fue llamado en sus inicios el “Banco Amaro”, pues todos sabían que el General Secretario había pasado la charola entre los viejos entorchados de la revolufia para fondearlo.

Cuando Saturnino Cedillo se levantó en armas en San Luis Potosí, Amaro y Lázaro Cárdenas se encargaron de regresarlo al orden. Igual que cuando a Celestino Gasca se le ocurrió “levantarse” el 15 de septiembre de 1961, lo aplacaron sus viejos amigos fondeadores de lo que hoy es Banxico, auxiliados por Vicente Lombardo Toledano.

 

ES LA HORA DEL PAÍS

 

Todas las historias que circulan sobre el Ejército tienen un sesgo de verdad. Como la pacificación, en los setentas del siglo anterior, de la guerrilla guerrerense. Lo que nadie puede discutir es que se trata de una organización disciplinada y estratificada, donde nada pasa sin que lo sepan los jefes.

Por ello es injusto que se le ataque con acusaciones falsas. Casi todo es real.

Como a todos los mexicanos, a la institución castrense le preocupa observar cómo lo que sólo debería haber sido una crisis de gabinete, acabó convertida en una crisis de Estado.‎ No se explican por qué han sido arrastrados en esta vorágine de incompetencias. Toda una aglomeración confusa de gente, sucesos y cosas en movimiento, sin destino.

Hace mal el General Secretario Cienfuegos en arrogarse para sí toda inocencia.

Cada uno de los actores en la tragedia tiene que saber la parte del libreto que le toca y, en consecuencia, la hora de aparecer en el escenario, dejando de lado‎ cualquier futilidad.

La hora del país –no el mexican moment, ¡por favor!– así lo demanda.

 

¡ES LA SEGURIDAD, ESTÚPIDOS!

 

Desde la más remota antigüedad, los teóricos presocráticos lo único que le exigían al Estado, como obligación indeclinable, era la seguridad.

Miles de años después los mexicanos seguimos pidiendo lo mismo.

Y no, no queremos un poder pasmado, impotente.

Porque los únicos que ganan con la actual situación son quienes propalan el anarquismo, la ausencia de toda autoridad.

Aunque, hay que consignarlo, mucha gente se felicita de que así se le hayan bajado los humos a los burócratas de piel dorada y altos estipendios que presumían “mover a México”‎ hacia alturas insospechadas del espacio sideral.

Debe, entonces, ganar espacio la prudencia, con un poder civil aplicado.

 

DETENER EL DESPLOME DEL ESTADO

 

Ha llegado pues el momento, precipitado involuntariamente por las circunstancias de la cruda realidad de un aparato político indefenso, de pasar a pensar en los grandes proyectos faraónicos petroleros, a las obras de mediano calado.

Todos debemos ponernos las pilas y enfocar los esfuerzos, haciendo caso omiso de los atracomulcas. Pilas para estimular el crecimiento del mercado interno, a través de la infraestructura agropecuaria y el dinamismo del sector manufacturero promotor de empleo.

No podemos ser un principado árabe, ni debemos seguir “moviendo a México” hacia el abismo que estos jóvenes proyectaban.‎ Ya comprobamos que los postulados de la restauración priísta demostraron ser un timo; sueños guajiros de políticos de caricatura.

Lo que hay que detener, a como dé lugar, es el odio entre las clases, que ya está prendiendo en México. ‎Igual que el resentimiento de los policías preventivos, enviados a la golpiza sin forma de defenderse y que se quieren amparar contra sus jefes.

Hay que detener el desplome del Estado. Cualquier país, para funcionar ordenadamente, requiere de alguien que tenga autoridad para regular, para normar y ser aceptado y obedecido. Evitemos transitar ahora del Estado fallido al Estado desfondado.‎ La alerta está en rojo vivo… ¿o muerto?

 

EL SISTEMA ESTÁ EN RUINAS

 

No hay lugar para los descastados y los desmemoriados. El anticlimático César Camacho sale asustado porque le prendieron fuego a las oficinas del PRI en Guerrero. ¿Qué ya no se acuerda de que él salió a rogarle a “El Gordo” Aguirre ‎que se quedara al frente del “gobierno” estatal? ¿De qué se queja ahora?

El PRD se lamenta como plañidera de que correteen y desmelenen a sus iconos de los foros públicos. ¿Qué no se acuerdan del financiamiento de Abarca a la campaña de Carlos Navarrete? ¿Y del narco encajuelado por Encinas?

El PAN, como siempre, ¡en la luna! Pide que le digan si las manifestaciones en Guerrero están infiltradas por guerrilleros centro y sudamericanos. ¡Santo niño de Atocha! ¿Qué no sabe que los guerrilleros estuvieron adentro de Los Pinos, denostando a EPN?

A todo ellos, ¿no les han avisado que el sistema de partidos políticos está en ruinas?

Lo peor que nos puede pasar, es que no nos pase nada, como decía García Paniagua.

¡Manos a la obra!

En la política, como en los toros, todo y nada está en la estocada, más que la faena.

 

Índice Flamígero: Por ser feriado, este espacio no aparecerá aquí el próximo lunes. Un descanso para usted, ¿o no?