#Ayotzinapa es México

María Teresa Jardí

Con un nombre difícil de recordar y un lugar desconocido por millones, Ayotzinapa, ha convertido a México ante los ojos de la humanidad en el lugar del mundo donde la barbarie, a cambio de dinero, se permite e incita desde los que usurpan el poder comprado, que no entregado por los ciudadanos. Lo que ha propiciado toda clase de complicidades.
Ayotzinapa es Michoacán y es Morelos, es el Estado de México y es el Distrito Federal, es Tamaulipas, Durango, Nuevo León, Baja California y Quintana Roo… Ayotzinapa es México de Norte a Sur y del Pacífico al Atlántico.
Ayotzinapa es la cara del asesinato extrajudicial impuesto al pueblo mexicano como regla de funcionamiento de un sistema, que no sirve, por mafiosos traidores, que dicen que “se desempeñan” como “políticos”. Ayotzinapa es una comunidad convertida en fosa común y gran cementerio en un país que, surgido de una brutal Conquista y de una Revolución fracasada, decidió apostar por la paz y por la solidaridad, hoy exterminadas ambas y enterradas en las mismas fosas comunes de las que brotan cadáveres como si fueran plantitas de las que la generosa naturaleza hace brotar por todas partes.
Ayotzinapa es el horror llevado al extremo. Ayotzinpa es Chihuahua, es Ciudad Juárez y es la Sierra Tarahumara…
Una nota (de APRO) informa de que “El obispo Rafael Sandoval pidió a los niños de Guachochi que oren para que cese la violencia en la Sierra Tarahumara, principalmente por todas aquellas personas que cruzan la ‘peligrosa’ carretera Creel-Guachochi. En su homilía del pasado domingo 26, publicada por el periódico de la región, Norawa, el obispo de la Sierra Tarahumara aseguró que ‘personas malas’ han desatado la violencia y alterado la paz y tranquilidad entre la población, y eso ha afectado considerablemente sus labores cotidianas. El prelado llamó a los niños frente al altar para que oraran por los conductores y viajeros que transitan por las Barrancas del Cobre. Señaló que los infantes tienen las manos limpias de pecado y con su oración, dijo, pueden ‘echar el mal a otros lados’ para que las comunidades y los viajeros recobren la tranquilidad…”. ¿Hasta dónde puede llegar la desesperanza de un cura, de una Iglesia, la Católica —y no es que sean menos responsables las otras— también responsable por lo de Ayotzinapa para pedir a niños que oren para parar lo que sólo puede parar la autoridad?
No es con un milagro como se van a resolver los aterradores problemas que alrededor de la violencia impulsada y permitida desde el poder se vive hoy en México, ni se va a terminar así la inseguridad implantada, la corrupción permitida y envidiada, el rompimiento del tejido social, el llamado a la sociedad a convertirse en chivata, lo que propicia la venganza que mata la justicia…
Ayotzinapa es el dolor no negociable ni con el más allá ni con el más acá que debe renunciar antes de hacer más daño y por vergüenza para no seguir mostrando su incapacidad manifiesta.
Ayotzinapa es el México desahuciado por los partidos, que dejaron de ser políticos en el instante en que renunciaron a su propia ideología, para convertirse todos en PRIANISTAS, en aras de corromperse renunciando a representar a un pueblo que se quedó solo a enfrentar la brutalidad fomentada desde el Ejecutivo federal de manera brutal por Calderón y por Peña, a quien el país se le deshace entre las manos y ni se entera.
Ayotzinapa es el resultado de la violencia tolerada por el Judicial y por el Legislativo y por los partidos a cambio de dinero y a veces de limosnas porque no todos son tampoco iguales aunque se crean que sí los que sólo son comparsas.