Agua Hernández, Guerrero; 20 minutos de lluvia acabaron con todo / #desplazados por la indiferencia del gobierno

Carlos Navarrete / diario19.com

 

FOTO5La mitad de Agua Hernández desapareció. El 15 de septiembre de 2013 el río que atraviesa al pueblo se desbordó, llevándose 70 casas de adobe, una escuela primaria y un jardín de niños. En solo 20 minutos la tragedia se había completado.

Cien familias quedaron atrapadas en esa comunidad que se localiza en la zona serrana de Chilpancingo, a cinco horas de la mancha urbana. Los alimentos se terminaron, no había energía eléctrica y la tubería colapsó. Todos creían que iban a morir; no sabían si de hambre, de frío o de tristeza.

Han pasado nueve meses del impacto de la tormenta tropical Manuel en Guerrero, que devastó a cientos de comunidades en las siete regiones de la entidad. A nueve meses del desastre, en Agua Hernández solamente quedan las ruinas de un pueblo que, para los gobiernos, solo es importante en elecciones. De las cien familias que habitaban esa comunidad, solamente 30 permanecerán ahí, el resto optó por abandonar el pueblo. Tienen miedo que se repita la historia durante la actual temporada de lluvias.

La tragedia

Lo único que no les quitó el río fue la vida, el resto -las casas de adobe, sus parcelas, su escaso ganado y su voluntad- no soportó la embestida de la naturaleza. Bastaron 20 minutos para ver la mitad del pueblo bajo el agua. Nada flotaba. Los postes de luz sucumbieron y, por la noche, lo único que iluminaba a los pueblerinos era la luna, unas cuantas fogatas y veladoras; muchas veladoras.

FOTO6Los alimentos que tenían se distribuyeron de tal forma que nadie se quedó sin comer. Las raciones eran limitadas, desconocían cuánto tiempo iban a permanecer atrapados. Las galletas se convirtieron en una buena opción para soportar los lapsos entre comidas, sobre todo para los niños y ancianos, ellos eran los más débiles, los más temerosos y los más sorprendidos.

Fueron tres días consecutivos de lluvia ininterrumpida. Con cada gota que caía, el nivel del río incrementaba; era como si se devorara a Agua Hernández, un pueblo de hombres y mujeres que viven de lo que les da la tierra.

Aseguran que esta vez les dio de más…

Las cien familias que habitaban Agua Hernández permanecieron incomunicadas por lapso de dos semanas. El puente del pueblo se vino abajo con la corriente del río y los alimentos se acabaron en menos de cuatro días. Nadie podía salir. Intentar atravesar el río era casi un acto suicida, además las carreteras estaban fracturadas. Los daños siguen visibles porque el gobierno federal no ha concluido la rehabilitación de los caminos.

Durante esas dos semanas, las autoridades les hacían llegar despensas a través de helicópteros, esa era la única función de las aeronaves. Nunca los desalojaron, a pesar de que el río amenazaba con seguir creciendo.

La telesecundaria del pueblo fue testigo del llanto de las mujeres, de las oraciones eternas y la resignación de los campesinos que, creían, estaban a punto de morir. El plantel fue habilitado como refugio temporal. A excepción de las 30 casas que no fueron alcanzadas por el agua, ese era el único lugar seguro. La primaria y el jardín de niños desaparecieron.

La segunda tragedia

A 281 días de que se desbordara el río, ni el gobierno municipal, ni la Subsecretaría de Protección Civil del Gobierno del Estado, ni la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) han informado si el pueblo será reubicado. Los campesinos desconocen si el Fondo de Desastres Naturales (Fonden) liberó recursos para las 70 familias de Agua Hernández que se quedaron sin hogar. Desconocen si sobrevivirán a otra tormenta similar a Manuel. Tal vez, en esta ocasión, no corran con la misma suerte.
Ante el desinterés de los tres niveles de gobierno por apoyar a la comunidad, las familias buscaron acercamientos con autoridades ejidatarias del pueblo, consiguiendo la donación de siete hectáreas de tierras que se encuentran en el punto conocido como Los Cimientos, a dos horas de distancia. Ahí fundarán un nuevo poblado que habrá de llamarse Renacimiento Agua Hernández.

Desde hace un mes se instalaron las primeras 34 familias, la mayoría vive en pequeñas casas de madera, solamente dos están hechas de adobe. También utilizan 14 carpas que una organización francesa no lucrativa les envió durante la contingencia de septiembre. Del gobierno solo recibieron despensas y un apoyo económico de mil 200 pesos por familia.

Ignacio Carbajal Pastor, Comisariado Ejidal de Agua Hernández informó que para la gestión del terreno, en el que se fundará la nueva comunidad, no recibieron apoyo de ninguno de los tres niveles de gobierno, y para la construcción de las viviendas –hechas de madera y adobe-  el ayuntamiento solo les entregó láminas.

FOTO4“Lo que hemos conseguido ha sido gracias a nosotros y no vamos a estar esperando a que el gobierno nos resuelva. Necesitamos mucho apoyo, pero si no quieren ayudar nosotros mismos construiremos nuestras casitas, como ya lo hemos hecho, porque desde que pasó la tragedia solo recibimos despensas y láminas”.

Recordó que hace 15 días el presidente municipal, Mario Moreno Arcos visitó la comunidad y se comprometió a ayudar en la construcción de las viviendas, sin embargo no firmó ningún documento, “nada más nos dan largas, y así no se puede, así que nosotros no nos vamos a cruzar de brazos”.

Lorena Barrientos Carbajal, una de las damnificadas, asegura que en el predio que les fue donado viven sin miedo, pero en la miseria. Lamentó que las autoridades federales y estatales concentren su atención únicamente en Chilpancingo y Acapulco.

“Sentíamos que nos íbamos a morir. Yo veía como el río se llevaba nuestras casitas. Todos tuvimos miedo, la gente corría desesperada intentando rescatar sus poquitas pertenencias, sus trastes, su ropa, sus animalitos, afortunadamente nadie murió, todos salimos con vida, pero fue muy difícil todo, sentíamos que no la librábamos”.

FOTO1Renacimiento Agua Hernández será fundado con o sin el apoyo de las autoridades. Los pobladores desplazados han comenzado a construir, con sus propios recursos, viviendas modestas, pero que los protegerán de los rayos del sol y la lluvia. El predio que les fue donado es tierra fértil, por lo que comenzarán a sembrar maíz y frijoles para autoconsumo.

Muchos de los que abandonaron Agua Hernández son personas mayores a los 60 años. Ellos aseguran que nunca habían vivido una tragedia similar a Manuel, tampoco sabían que el gobierno podía ser tan indiferente. Se dicen sorprendidos de haber sobrevivido a los embates de la naturaleza.

En la sierra de Chilpancingo los pueblos no son desplazados por la violencia generada por grupos de la delincuencia organizada –como sucede en Tierra Caliente-, aquí, la gente abandona sus hogares porque el gobierno simplemente no les hace caso.

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