Cómo comunitarios burlaron cerco militar / “No pueden entrar armados a Chilpancingo”

Kau Sirenio / diario19.com

 
El día que los militares cercaron a la policía comunitaria para desarmarlos, hacía calor. A mediodía, la carretera hierve; los rayos del sol tuestan la piel. Por la tarde cayó un fuerte aguacero.

Los comunitarios, integrantes de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC), partieron de Tixtla hacía Chilpancingo, en una marcha para demandar la libertad inmediata de su comandante de Olinalá, Nestora Salgado García, detenida el miércoles 21 de agosto de 2013, en la montaña por la Marina, el Ejército, la policías federal y estatal.

–El ejército tiene la orden de desarmarlos si entran armados a Chilpancingo –les dijo Moisés Alcaraz, director de Gobernación estatal.

–Nosotros vamos a entrar a Chilpancingo como sea. Si nos matan, el gobierno es responsable de lo que pase –reviró Gonzalo Molina, coordinador de la CRAC de Tixtla.

Cuando el Ejército se enteró de la inusual marcha de inmediato montó un operativo en la carretera Chilpancingo- Tixtla, en el punto conocido como El basurero. Allí esperaron detener a los campesinos indígenas.

La caminata se desvió, se internó en el monte. Allí caminaron cuatro horas, hasta llegar a la colonia El Zapote, de Tixtla.

Antes de burlar el cerco militar, la Comunitaria detuvo su marcha en la cumbre, donde inicia la subida del cerro Machohua. Ahí comieron y saciaron su sed. Después emprendieron la marcha y minutos después subieron al cerro. Los militares por su parte emprendieron la persecución, por aire y tierra.
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“El pueblo apoya a la Policía Comunitaria”, se lee en el lienzo que llevan dos mujeres en la cabeza de la marcha. Detrás de ellas vienen otras seis más. Muy atrás se oye el grito de Gonzalo: “Deténganse”.

A 800 metros de donde vienen los comunitarios está el retén militar. Entre los arbustos están apostados los francotiradores militares. También andan aquí policía federal y estatal.
Por el camino que sube a las antenas, un vehículo de reconocimiento (Vere) montado con una lanza granada Mk19, calibre 40 mil.

De otro lado, desde un Vere un soldado apunta con su Hk 21, calibre 7.62 mm, mientras que policías federales y estatales piden a los automovilistas que disminuyan su velocidad.

Al reiniciar la marcha, unos reporteros abordan sus coches; otros, sus motos. Avanzan rápido hasta donde se estacionaron los militares. La caravana camina muy lento por el calor de agosto. Es el último día de la canícula.

Las mujeres detienen la marcha; un hombre cabeza gris por las canas platica con Gonzalo Molina. Le hace señas hacía el cerro, y le dice que por ahí pueden cortar el paso para salir a la colonia Indeco.

–Vamos a caminar por acá, hasta salir por las antenas y de ahí bajamos por la Indeco –indica Gonzalo a los comunitarios.

Un comunitario se queda sobre la carretera para hacer guardia. Su misión es vigilar que los militares no se den cuenta de que los comunitarios se han internado en el cerro. Ahí, se quedó Tonantzi Yei Beltrán y Vidulfo Rosales Sierra, de Tlachinollan.
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Después de caminar cuesta arriba 20 minutos, la vanguardia de la columna comunitaria llega a la cúspide, por donde pasa la carretera vieja. Un comunitario quiere ver la movilidad de los militares, camina en cuclillas, otros más le siguen, hasta ahí llega Rosa Elena.

Un comandante ordena a los que están observando a los soldados que se mantengan ahí pero que no haga movimiento porque los pueden ver desde la carretera. Diez minutos duró la vigilancia.

Más atrás se quedó Gonzalo con Pastor Coctecón Plateado y los comandantes, platicando. Unos minutos después nos llaman con un chiflido casi inaudible, avisan que los que estamos acá nos incorporemos a la columna para avanzar.

La caminata se reanudó. Los comunitarios tomaron el camino que va hacia las antenas. Cuando apenas habían dado 20 pasos, alguien alertó a Gonzalo por celular que en la Indeco hay un retén militar y policiaco.

Un vigilante avisa por radio que en las antenas hay movimiento militar. De inmediato se improvisa una reunión entre los comandantes.

La discusión empieza, hay dos propuesta. Uno, avanzar hacia Chilpancingo, el segundo punto contempla el repliegue a Tixtla.

–Seguir caminando hacia allá es complicado, ya ven que los soldados andan merodeando y quieren detenernos. No les tenemos miedo; si quieren confrontarnos, pues vamos a responderle –dice un comandante que reserva su nombre.

–No tengo miedo, pero creo que avanzar es ir a entregarnos solitos. Ya logramos burlar el cerco, ahora lo que nos queda es buscar la forma de llegar a la presa o a El Zapote –propone otro comandante, que habla su lengua materna, náhuatl.

Mientras se ponen de acuerdo los comandantes comunitarios, Gonzalo recibe otra llamada. Le dicen por el aparato que a las 5:00 de la tarde se instalará una mesa de trabajo en Casa Guerrero.

El intermediario dice que Eliseo Villar Castillo, va coordinar la mesa de trabajo, a lo que Gonzalo le dice: “Fuimos muy claro con ellos: la única condición para el diálogo es que reconozcan nuestra casa de justicia de El Paraíso, en Ayutla, sólo así vamos a platicar, porque todo lo que está pasando es culpa de ellos (casa de justicia de San Luis Acatlán) y el gobierno que quieren vernos de rodillas”.

Coctecón les dice a los comandantes y a Gonzalo que tomen el camino hacia el oriente para llegar a la presa.

–¿Quién conoce este camino para que nos sirva de guía? –pregunta Gonzalo.
–El conejo –contesta un policía comunitario.

Gonzalo ánima a sus compañeros, “los normalistas ya tomaron la carretera, lo están apoyando las mujeres allá, estos huachos no van salir con la suya” alienta.
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El camino sinuoso se extiende culebreante debajo de los árboles que cubren con sus hojas los rayos del sol. La playera verde de los comunitarios se mezcla con el verdor de la maleza. Sin embargo, la blusa blanca de Rosa Elena es difícil de ocultar ante la mirada puesta de los militares que buscan incesantemente a la comunitaria.

El reportero le ofrece una playera verde a la señora para que pueda ocultarse de los perseguidores. El gesto infunde confianza. Nace la plática con la mujer. A simple vista parece que lleva unos meses de embarazo.

–¿Cuántos meses lleva de embarazo? –tanteo con precaución.

–No estoy embarazada. Llevo 20 días que aborté; tengo aire, por eso me veo así, pero ves aquí ando, acompañando a mis compañeros –contesta con tristeza.

Durante la plática, Rosa contó que perdió su bebé por andar de activista con la policía comunitaria. De 1.60 metros de estatura, morena, camina bajo el sol y la lluvia que no la detienen en su andar en busca de camino para regresar a Tixtla.

El comunitario, tirado en el suelo, mueve su extremidades, estira su cuello, intenta ver más allá, pero la rama de los arboles le impide la vista, así que se conforma con seguir ahí. De repente un comandante alerta.

–Silencio, ahí vienen los soldados. Escóndanse y no se muevan –ordena mientras que todos se tiran bajos los árboles.

Después de que se calmaron los ánimos, todos reanudan el camino. La lluvia se soltó también.

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Nada se veía, la lluvia era densa, haciendo invisible el camino. Desde el punto culminante de flanco derecho, Gonzalo empezó a bajar hacia la llanura de la presa. Al pasar ahí a la orilla del agua estancada se alcanza ver una pequeña cabaña de donde brotan los ladridos de los perros.

De otro lado se ve la columna de la comunitaria los cien hombres y mujeres caminan rápido, es el tramo más extenso sin árboles, la neblina que se forma después de la lluvia esconde a los comunitarios que se quedan al descubierto.

–Cinco minutos más y nos agarran estos cabrones –suelta un comunitario.

Hacia el lado sur de la presa, por la cortina, casi por la carretera de Tixtla-Chilpancingo, están apostados los militares con dos Vere, montados con Mk19, Hk21 y un pelotón de morteros. Todos esperan que los comunitarios salgan para detenerlos, pero de nueva cuenta los campesinos indígenas rompen el cerco militar y se enfilan hacia el oriente.

Gonzalo y los comunitarios no logran distinguir nada más allá de la presa. Pero a cada paso que avanzan se hace más sensible, la proximidad de del verdadero campo de batalla, está a unos 200 metros, ahí donde merodean impaciente los militares, vistos antes de que cayera la lluvia.

La columna se prepara ahora para subir al cerro, una mujer menuda, cabeza llena de canas, viene entre los comunitarios, su edad le impide caminar rápido, pero ahí viene acompañada de Daniel estudiante universitario, él y Albar Chávelas y el reportero.

Una vez que la mayoría cruzó la presa empezaron a ascender por una pendiente, tratando de encontrar el camino que los lleve a la colonia Zapote, por ahí donde tiene arraigo los comunitarios.

El surco de los comunitarios empieza a dar vueltas como espiral en el cerro. Ahí entre los árboles.

–Viene un helicóptero –alerta por radio el comunitario que viene en la retaguardia. Acá donde vamos no se oye el motor que persigue a los comunitarios.

–Los que traen mochilas de color y ropa encendida cúbranse bien –ordena el comandante de Zacazonapa.

–Quita tu playera, es muy visible o cúbrete con las ramas –me sugiere Albar Chávelas.

El helicóptero dio la vuelta hacia el lado sur y se perdió entre las nubes. Mientras que la columna reinició su marcha, apenas caminamos cinco minutos y de nueva cuenta regresó el pájaro de mal agüero que sigue buscando a los rebeldes que se han burlados una y otra vez de los militares.

Al llegar a la colina, donde hay buen tramo despejado. Los que no llevan ropa oscura, se cubren con las ramas para camuflagearse ante el posible regreso de los helicópteros que sobrevuelan en el lugar.

Al adentrarse de nuevo en el bosque de lejos se ve Tixtla que está abajo, ahí Gonzalo detiene la marcha, para esperar a los que vienen en la retaguardia.

Un comandante avisa que sus compañeros se desviaron de camino, y que la señora viene lento.

Ahí, un comunitario arranca unas hierbas (papálos) y lo comparte con el universitario y el reportero.

–Coman, por lo menos le va quitar la sed y el hambre por un rato –ofrece, mientras estira la mano hacia otros compañeros.

–Que se quede un compañero que conoce este camino con la señora, para que vayan tranquilo, mientras nosotros avanzamos, para llegar a tiempo con los compañeros normalistas –sugiere Gonzalo.

Apostados atrás de unas piedras que le sirve de parapetos los comunitarios observan como sus compañeros platican. Albar Chávelas, platica con un comunitario cuarentón y le explica que la acción militar es anticonstitucional, le habla de la misión del Ejército antes, durante y después de cada actividad miliciano y en qué consiste.

–Ejército aplica tres planes: Plan DN1 es para repeler la agresión en caso de una invasión extranjera; el Plan DN2, es la que nadie conoce, pero este plan es contrainsurgencia y por último el Plan DN3 es en caso de desastres naturales –explica.

–Vámonos –ordena Coctecón.

La columna empezó a descender del cerro como hormigas, unos tras otros. Cruzan arroyuelos y barrancas, dan vueltas y chocan con los troncos de los árboles para no salir rodando del camino que está empinado.

Después de sortear dos cerros, al llegar al tercero este más abajo, entra otra llamada al celular de Gonzalo, se oye una voz que sólo entiende.

–Gonzalo, se prudente, no exponga a tu gente –le dicen.

–Me pides prudencia y ustedes no han hecho nada para que se detenga la persecución. Los soldados nos vienen siguiendo con tanquetas y helicópteros y así quieres que seamos prudentes –contesta, con voz ronco.

–Mira vamos a instalar una mesa de trabajo, pero antes ustedes deben de desbloquear todas las carreteras y edificios públicos que tienen tomados –ordenando de otro lado.

–No, no podemos hacer lo que nos piden, ayer detuvieron a una compañera que está luchando contra los criminales. Pero los militares la detuvieron, además de que soltaron a los delincuentes que estaban detenidos en el Paraíso. ¿Saben ustedes, qué dentro de los que dejaron libres, están los descuartizadores? –revira Molina y no sede a la presión del gobierno, y anuncia que reforzaran el bloqueo que los normalistas mantienen en la carretera a Tixtla-Chilapa.

Después de la conversación telefónica el coordinador de la CRAC confirmó que la llamada vino de Misael Medrano Basa, Subsecretario de Gobierno.

Gonzalo Guardó su celular y reanudo el camino, aún falta por llegar a Tixtla, así que todos voltearon a ver si no falta algún compañeros. Por radio la otra columna dio aviso que las mujeres van con ellos.

–Nos vemos en el Zapote –dijo Gonzalo.
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Cuatro horas después de camino, los comunitarios llegan a la colonia El Zapote, ahí los esperan unas camionetas de redilas que le llevaron los vecinos y estudiantes de Ayotzinapa, todos abordan las unidades no sin antes de ponerse de acuerdo de cómo burlar de nuevo al retén militar que está a la altura del Oxxo, en Tixtla.

–Mira, nos vamos por el centro hasta la prepa y de ahí nos vamos caminando para llegar por el internado –propuso Coctecón.

–Mejor, vamos sobre la carretera, ya estamos en nuestro territorio comunitario –sugiere un comandante.

–No, mejor vamos por donde dice Coctecón, porque si nos vamos por la carretera estos cabrones nos van a detener, de nada va servir todo lo que caminamos –impugno un policía.

Una vez arriba, las camionetas arrancaron, al llegar al módulo de la policía cerca de la gasolinera. En lugar de tomar la propuesta de Coctecón, todos se enfilaron sobre la carretera hasta donde está el bloqueo de los normalistas.

Al arribar aquí, las mujeres sirvieron la comida. Todos comieron arroz y frijol. Ahora a esperar la negociación con el gobierno.