Niños Hondureños juegan, gritan se asoman por la ventanas del camión escolar, no van a la escuela sino deportados

Rodrigo Soberanes / Especial / diario19.com

Los niños hondureños gritan, juegan, asoman sus cabezas y sacan sus bracitos por las ventanas del viejo camión escolar norteamericano. Pero no van a la escuela, son llevados de vuelta a su país en calidad de deportados.

Están en Corinto, uno de los poblados fronterizos de Honduras con Guatemala donde dos veces a la semana llegan camiones desde Tapachula, Chiapas, y dejan a los niños en manos de la policía.

Cuando llegan los camiones desde México, después de un viaje de más de 10 horas, la policía nacional de Honduras se aproxima flanqueando a los dos autobuses amarillos rotulados con la frase School bus.

Los autobuses de México y los de Honduras quedan de frente separados por 30 metros. En ese espacio, tras unos minutos, brota un olor a guardería cuando las mamás aprovechan para asear a sus bebés.

Mientras los hermanos mayores van llenando los camiones que los llevarán de vuelta a casa, las madres apuran a cambiar pañales, preparar mamilas y mudar de ropa a sus crías acostadas en el suelo.

Todo ocurre bajo la supervisión de los policías y de personal de la Cruz Roja Internacional, que ofrece atención médica, psicológica y almuerzos para los viajeros deportados.

El Centro Fray Matías de Córdoba contó casi 10 mil menores de edad deportados desde México hacia Centroamérica durante 2013, cifra que marca un incremento superior al 100 por ciento en dos años.

De acuerdo con esa organización de defensa de derechos humanos en 2011, 4 mil 100 menores fueron enviados de vuelta a sus países, mientras que en 2013, la cifra llegó a 9 mil 893.

Eso significa que entre 2011 y 2013, el número de migrantes menores que son enviados de vuelta a sus lugares de origen, aumentó en más de 5 mil 700.

Todas esas personas son aseguradas por el Instituto Nacional de Migración (INM) en su centro de detención de Tapachula, que es el más grande del país y de América Latina, de acuerdo con el especialista.

Una madre soltera que sostenía a su hija de cuatro años, y que no quiso revelar su nombre, contó que fue detenida en Las Choapas, Veracruz y estuvo detenida durando dos días en una estación migratoria.

No supo en dónde estaba. Aunque cerca de ahí está la garita de Acayucan, donde habría pasado otros dos días para luego ser llevada a Tapachula.

La mujer migrante, mamá de otros tres niños que se quedaron en casa, trataba de no ser vista por los policías para que no la llevaran a San Pedro Sula, a un albergue del Instituto Hondureño de la Niñez y la Familia (IHNFA).

Según Diego Lorente, ese centro tienen señalamientos por estar “tomado” por la pandilla Mara Salvatrucha.

Como ella, otra familia trataba de pasar desapercibida para no subir a los camiones amarillos.

“¡Nos hubieran cuidado cuando nosotros íbamos para allá no cuando nosotros venimos al país de nosotros!”, exclamó la mujer.

“En el camino hay que correr con los niños, subir, bajar, aguantar hambre. Aguantar humillaciones. México es más difícil pasar, algunos mexicanos son malos y algunos son buenos”, relató.

-¿Ahora qué hará?, se le preguntó.

“Ya voy pa´la casa. Me tengo que regresar… mala experiencia”, dijo la mujer zanjando de tajo la conversación porque una amiga suya le hizo señas para que corrieran mientras los oficiales estaban despistados.

Las dos mamás con sus hijas se unieron a otra familia y trataron de entrar a su país de la misma forma en que salieron de él: a escondidas.

Finalmente fueron descubiertas por los policías y las conminaron a subir a los autobuses “escolares”.