Lo que no quieren que contemos

ANA VÁZQUEZ CALZADA/Universidad Carlos III de Madrid, España

Adrián Silva Moreno, Maria Elizabeth Macías Castro, Luis Emanuel Ruiz Carrillo, Noel López Olguín. Son nombres que seguramente no nos dicen nada a primera vista. Pues bien, vamos a restarle algo de inquietud al asunto. Todos comparten algo: ser usuarios de un modo de vida en un país que no les ampara. Para su información, ellos son algunos de los que forman parte de la larga lista de periodistas asesinados en los últimos años en

México, un país catalogado por Reporteros Sin Fronteras, como uno de los más peligrosos para ejercer esta profesión. Según la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos en contra de la Libertad de Expresión, 98 periodistas han sido asesinados y 23 más están desaparecidos desde el año 2000.
Hablando con ellos, la mayoría reconocen que el clima en México tiene sus simulitudes con el español respecto al hartazgo que está experimentando la sociedad.
Sabemos que el paro, la crisis económica y el malestar con los políticos son los principales problemas para los españoles, de acuerdo con datos del Centro de Investigaciones Sociológicas.
En el otro lado del mundo, al profesional de la comunicación mexicano lo que más le preocupa es la doble moral de su trabajo. En el país norteamericano, un periodista tiene que trabajar y además, tener cuidado de cómo trabaja. Muchos se ven obligados a tener varios empleos para llegar a fin de mes dado que el sueldo medio en los estados del sur del país como Oaxaca es de 300 euros, una cifra muy parecida a la que recibe el mejor de los becarios en España.
Antes existía el respeto al periodista pero ahora, México ha sufrido una transformación. “Las personas te miraban y decían ¡guau, un periodista, me va a ayudar!”.
La situación actual, como nos cuenta el realizador de Televisa, Víctor Olvera, dista de aquella, y posiciona al trabajador como el nuevo “blanco fácil”. Estos empleados no pueden seguir siendo héroes porque les matan y nadie paga por ello.
Sin embargo, la violencia no es exclusiva de una profesión, ni siquiera de un género, a juicio de Rafael Pineda, que es caricaturista de profesión, “es una situación general”.
En esta guerra, el campo de batalla está localizado a lo largo de todo el país, pero la peculiaridad de esta batalla en directo es que no se sabe con claridad dónde están las trincheras.
Los ataques pueden venir desde los abundantes grupos narcotraficantes, desde el propio Gobierno por intereses
económicos o políticos, o bien, el periodista puede encontrarlos en su compañero redactor, que puede estar fingiendo reportar para su mismo medio y ser, sin embargo, un escucha del poder ejecutivo.
La realidad en esta nación no es muy diferente a la historia que narra Vince Gilligan en la aclamada serie Breaking Bad.
La acción se sitúa en Nuevo México. Un enfermo de cáncer terminal ve en el mercado de la metanfetamina la salida para dejarle una buena herencia a su familia.
En su negocio, sufre las violentas amenazas de los grupos narcotraficantes en sus propias carnes.
Pero no acaban aquí los problemas en el país. La política mexicana fue llevada por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) durante más de 70
años. En el 2000, la entrada del Partido de Acción Nacionalal poder supuso la  alternancia en México, que tuvo doce años de duración. En diciembre de 2012, aunque a muchos mexicanos tardaron en creerlo, el PRI volvió a gobernar con Enrique Peña Nieto como líder.
En realidad, daba lo mismo el gobernante que estuviera al frente. En México muchos creen que estar de parte del poder, es estar en paz. El fraude electoral hacía subir a unos y a otros al estrado y consolidaba el gobierno de lo plutócratas.
El periodista de The Huffington Post y Los Angeles Press, Alberto Buitre, nos explica el sistema de votación.
“La gente prefiere tener 10 dólares a sentarse a pensar sobre su voto, hay hambre y hay necesidad de solventarla en el momento, toman ese dinero, venden su voto y se acabó”.
El ejercicio del periodismo siempre es más difícil si no te dejan hacer tu trabajo o más bien, no paran de repetirte cómo quieren que lo hagas.
En México, el 80 por ciento de los medios de comunicación están monopolizados y detrás de ellos, está el gobierno. El Pacto que realizaron los principales partidos políticos mexicanos con los más importantes monopolistas del país en 2012 es el que ahora dicta la línea editorial de los medios.
De acuerdo con los convenios de publicidad, el periodista, si quiere seguir recibiendo dinero del Estado (algunos medios sólo subsisten de esta forma), no deberá publicar informaciones contrarias al político de turno.
Televisa es uno de esos medios que vive bajo el amparo del gobierno y que por ello lo tiene más fácil que los demás a la hora de publicar. Uno de los trabajadores de la televisión del Estado, Víctor Olvera, es quizás el entrevistado que da la visión más positiva a la situación en México. Él fue agredido en Chiapas (sur) mientras cubría una manifestación de
maestros junto con su compañera, Fátima Monterrosa.
Ambos fueron golpeados, les tiraron piedras, a la mujer la tocaron
y les robaron la cámara.
A pesar de las agresiones, Víctor se declara como un enamorado de una profesión en riesgo en la que el miedo es el pan de cada día. “Soy uno de los de mi generación a los que le gustaba un poco más la adrenalina. Me llena lo que hago y lo seguiré haciendo hasta donde llegue y si eso es hasta que me maten,
será hasta ese día”, confesó.
En un intento por entender el fondo del asunto, el periodista e investigador histórico, Jacinto Rodríguez Munguía explica en la publicación colaborativa “¿Por qué nos odian tanto?” el concepto de democracia que existe en México, refiriéndose al calificativo que empleó en su momento el escritor peruano decía que no podía existir esta forma de gobierno sin tener ésta alguien
que la cuente. Es imperfecta porque huye de cumplir los derechos humanos e incentiva a que todo el mundo piense igual que el gobierno en contra de su voluntad.
A los mexicanos les han engañado de tal manera que piensan que tener cuatro candidatos ya es estar en democracia. “No es más que una simulación”, dicen los compañeros de Libera Radio.
Uno como periodista no debe subestimar ninguna amenaza. Un correo electrónico, un mensaje, una llamada o una pintada en el parabrisas del coche. Los grupos de violencia saben de qué manera comunicarse con sus víctimas.
A veces sólo les dicen que tomen carretera y que no den la vuelta. En un drama de este tipo, el profesional tiene su capacidad de necesidad anulada, según cuenta Pineda. “Llegan al límite en el que se les acabala gasolina en el medio de la nada, se ponen a llorar y no hay nada que hacer, sólo dejar el coche a un lado de la carretera e ir sin destino fijo. Claro está, se encuentran sin un centavo y tienen nada más la ropa con la que salieron corriendo”.
“Moneros” es el nombre que reciben los que tienen como profesión la caricaturización.
Uno de los más famosos en esta profesión es Rafael Pineda.
Él nunca había tenido problemas para publicar sus cartones hasta diciembre de 2011 cuando encontró escrito en su automóvil la palabra “Calladito”.
“Se encuentran sin un centavo y tienen nada más la ropa con la que salieron corriendo”
Ocurrió unos días después de que a un compañero suyo lo hubiesen intentado secuestrar en un bar. Desde entonces, la situación se fue enrareciendo de tal manera que comenzaron a sentirse vigilados por coches estacionados muchas horas frente a sus casas. El monero, en cuanto vio esta amenaza tan directa en su coche, hizo la correspondiente denuncia en las redes sociales responsabilizando al gobernador de lo que le pudiera pasar. Lo que siguió fue salir del estado para estar a salvo. Es conocido que los grupos de violencia organizada acostumbran a colgar mantas en los puentes de las carreteras en las que lanzan amenazas o desmienten alguna información.
La policía suele llegar antes al acontecimiento que los propios periodistas. Sin embargo, hubo una vez que dos reporteros de El Imparcial, como relata Buitre, consiguieron ganar en la contrarreloj y cubrieron el acontecimiento con fotografías. Las fuerzas de seguridad les detuvieron y tras unas horas de interrogatorio, fueron puestos en libertad. Sin
embargo, dos meses después, uno de ellos, Alberto López, fue
encontrado muerto en Oaxaca.
La procaduría, en su veredicto, no relaciona su asesinato con su actividad profesional, sino que le mete en el mismo saco
que el resto de los crímenes del narcotráfico.
El ámbito del periodismo regional nada le tiene que envidiar al nacional. Lo malo de los lugares pequeños es que te conoce todo el mundo y contra eso, hay pocas formas de luchar en contra.
Fernando Palacios , director de la revista Ruta 135, fue agredido mientras cubría una agresión por parte de policías a un grupo de campesinos.
“Lo golpearon brutalmente con palos. Pensaron que ya estaba muerto y lo arrojaron ensangrentado a un barranco”.
Trece puntos de sutura después, según cuenta su compañero, Helder Palacios, volvió a la vida. Lo que no volvería a recuperar
sería su cámara, los objetivos, dos teléfonos móviles,
y el ordenador portátil que guardaba en su mochila.
Quien sigue amenazado hoy en día es Edgar Monroy, desde que comenzó su colaboración con el libro de la también perseguida
Olga Wornat, que versará sobre el sexenio de Felipe
Calderón, actual presidente de México. El 19 de noviembre de
2011, la organización Artículo 19 le recomendó que saliera
del país porque le iban a matar.
“Estuve exiliado 14 meses y fue muy duro, pero el miedo a que te maten hace que tomes esas decisiones”. Incluso hasta se
hablaba de las hijas de Wornat en los innumerables correos con los que estos violentos les bombardeaban a ambos.
A algunos no les basta haber vivido una situación crítica para dejar de contar historias. Los sufrimientos de los periodistas en México son, muchas veces, un incentivo para poner su mente a pensar sobre maneras nuevas de ejercer la profesión, aunque sea fuera de los límites de su territorio.
Una de las valientes que sigue informando a día de hoy sobre su país es Guadalupe Lizarraga, desde Los Angeles Press. La cancelación de su programa en la televisión mexicana y la amenaza que recibió son los motivos por los que reside en Estados Unidos desde hace tres años. Corría diciembre de 2011 cuando esta directora, que apenas había comenzado a investigar sobre fenómenos relacionados con el narcotráfico, recibió una sospechosa llamada a su redacción.
Le dijeron que iban a secuestrar y a matar a su compañero, Javier Juárez. Afortunadamente, la embajada de España sólo tardó 20 minutos en mandar un helicóptero para evacuar al reportero y trasladarlo a EEUU por El Paso Texas. Un par de años más tarde, Guadalupe reflexiona sobre la llamada telefónica que recibió y piensa que sólo se pusieron en contacto con ella para atemorizarla.
“Si hubieran querido matarnos, ni siquiera hubiera proferido la amenaza, simplemente lo hubieran hecho, como ha sucedido con otros periodistas”, compartió.
Tras la amenaza , el secuestro y la tortura, profesionales como Pineda insisten en que lo mejor es salir del anonimato. “La gente que te secuestró, te torturó y te dejó libre sabe perfectamente quién eres, dónde vives y con quién te mueves pero la sociedad no. Dando la cara, le enseñas al mundo tu rostro, que eres una persona con nombre y apellidos que ha sido dañada”.

Todo cambia cuando el periodista deja de ser el productor de la noticia para convertirse en el foco de la información. Ese fue el caso de Luis Cardona, que trabaja para CGNews México. Mientras cubría una historia sobre 15 secuestros en Chihuahua, él se convirtió en el número 16.
Le llevaron a un desierto esposado y con vendas en los ojos. “Me decían que me cortarían la lengua, la mano con la que escribía, la cabeza y me dejarían tirado para que me comieran los coyotes.
“Eran tantos golpes que ya no los sentía, en cuanto me dejaban de maltratar, me dormía, y me volvían a pegar para que no roncara”, cuenta mientras recuerda que todo el rato pensaba en que su hijo más pequeño no le volvería a ver más. Sin embargo, a modo de
advertencia, le dejaron vivo.
No es propio del periodista callarse la boca. Sin embargo, existen situaciones en las que es mejor hacerlo.
En una publicación de información influyen dos factores: la delicadez del tema que se trate y el respaldo que te dé tu medio. De acuerdo con el testimonio de Alberto Buitre, existen medios cuya línea informativa son la violencia y el narcotráfico, así que
son protegidos de manera oficial.
Pone el ejemplo del semanario Zeta de Tijuana, que a pesar haber sufrido ataques con víctimas mortales, sigue adelante tratando estos temas porque cuenta con los recursos, la vocación y las posibilidades de protegerse.
La propia experiencia de las víctimas constata que organismos como la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos contra la Libertad de Expresión (2010) o el Mecanismo para la protección de periodistas y defensores de los derechos humanos (2012) están muy lejos de ser eficaces. Para Pineda, “son como un laberinto con un minotauro hambriento”.
El pasado mes de noviembre, también se puso a disposición de la víctima la aplicación móvil “botón del pánico”. Esta herramienta permite al periodista lanzar una alerta al centro de operaciones cuando se encuentra en situación de peligro.
Es quizás lo más inmediato que han inventado pero aún así no funciona porque mientras lo activas en áreas como La Cañada, a juicio de Buitre, “te matan”.
La falta de confianza en las autoridades es otra de las lastras del país. Una herramienta que roza lo absurdo es la concesión de escoltas, por parte del Estado, al profesional que está en riesgo.
Como nadie sabe de dónde pueden venir las balas, no puedes confiar tu vida al Gobierno y “si le hablas de la amenaza a la policía, no estás comunicándote con alguien que sea tu amigo”, dijo un reportero en declaraciones al Comité de Protección de Periodistas.
Por eso, casi todos acaban poniéndose en manos de asociaciones
que les proporcionan una respuesta más inmediata, como Artículo 19 (1987), Reporteros Sin Fronteras (1985) o Periodistas de a pie (2007).
Además, por su parte, Víctor Olvera, es uno de los que tiene descargada en su móvil la aplicación “Amigos”, que le permite seguir la pista de sus compañeros con los que siempre intenta estar en contacto.
Aunque alejarse de las informaciones del gobierno no sea fácil, sí que ha habido medios que han salido a flote gracias a contar “la otra historia” de su país.
Los que cita el periodista de la Vanguardia de Saltillo, Luis Carlos Plata, son la revista Emeequis y las webs Sin Embargo y Animal Político. Monroy añade cuatro nombres nuevos a la lista: Reporte Índigo, La Jornada, Zócalo y El Blog del Narco.

También son muchos los que acuden a escuchar la sabia voz de Carmen Aristegui cada mañana en MVS. No hay nadie que disfrute más del periodismo que un comunicador mexicano. Se les nota. Es cuestión de espíritu, de vocación.
Dicen que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos, es por eso que estos trabajadores se esfuerzan tanto en proteger lo que
día a día les da de comer. Víctor no niega el miedo con el que sale de casa antes de cada cobertura. “¿Qué podemos hacer si sólo sabemos hacer ésto o si sólo estudiamos para trabajar en ésto?”, se pregunta.
La investigación de todo profesional de la información cesa si no se trabaja en condiciones de seguridad porque, como constata
Jacinto Rodríguez, “ninguna nota vale una vida”.
El agresor del periodista busca el daño de toda la sociedad a través de la eliminación de la paloma mensajera. Sin embargo, en opinión de Alberto Buitre, nunca consigue lo que pretende porque cuando matan o secuestran a un periodista, los ciudadanos actúan de forma pasiva y ni salen a protestar, ni a pedir que se respete su derecho a la información. Les da igual.

Buitre, que demuestra su experiencia a través del blog Oficio Rojo, niega que la sociedad mexicana tenga la prensa que merece, como muchos defienden.

Cree que su país no debe mejorar a través de cambios sino que es precisa la liquidación del estado porque este sistema, en sus propias palabras, “no da para más”. Ahondando en el fondo de la cuestión, cree que el verdadero problema se encuentra en que la clase trabajadora no es dueña de los medios de producción. Según este periodista “producen 300 y les pagan tres”.

Otras opiniones, como la de Félix Márquez apuestan por que ésta sigue siendo una lucha para los periodistas. Cree que ellos, detrás de las plumas, cámaras, computadoras y grabadoras, deben seguir evidenciando la realidad.
Este fotoperiodista piensa que el trabajo debe comenzar en el diálogo con las nuevas generaciones de periodistas, que serán los encargados de cambiar la situación.
El periodista no puede seguir reproduciendo las palabras del gobierno, es negar su propia función y casi el propio nacimiento
de una herramienta que surgió para informar a la sociedad y que tiene una responsabilidad con ella, que no está cumpliendo.
Mientras el número de periódicos que se compre sea menor al dinero que da el estado mexicano a los medios, no habrá solución. Si sólo
creen en el periodismo los que lo venden, se acabó. Por ahí es por dónde hay que empezar a cambiar México.

Nota de Ana:

Durante el proceso de investigación y documentación de este reportaje, se realizaron seis entrevistas a través de la plataforma Skype; se enviaron un total de 39 mensajes vía Facebook, 46 tweets, siete mensajes directos por Twitter y 20 correos electrónicos con su correspondiente cuestionario adjunto. Este reportaje ha sido posible por la excelente disposición de Alberto Buitre, CG News, Daniel Tintino, Edgar Monroy, Félix Márquez, Guadalupe Lizarraga, Helder Palacios, al Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia, Jacinto Rodríguez, Libera Radio, Luis Cardona, Luis Carlos Plata, Nana Heidhues, Raquel Vázquez, Rafael Pineda, Sergio Ferrer y Verónica Jiménez. A todos ellos, muchas gracias.

DICIEMBRE 2013