La huelga de los mineros de Palaú, Nueva Rosita y Cloete, Coahuila

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Ramón Morales / La Izquierda diario / diario19.com

 

El 16 de octubre de 1950 estalló la huelga de las minas de Nueva Rosita, Palaú y Cloete en Coahuila contra la injerencia del gobierno en los asuntos sindicales.

 

 

Era mayo de 1950. Se realizaba la VI Convención Nacional del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana (SITMMSRM). La tensión estaba presente. Los trabajadores mineros sabían que el gobierno preparaba un nuevo “charrazo”.

Ya les había pasado a los trabajadores del ferrocarril y a los del petróleo. Era su turno. Hacía apenas dos años que los tres sindicatos más poderosos de la industria –ferrocarrilero, petrolero y minero– que aglutinaban a cerca de 200 mil obreros, habían acordado el Pacto de Solidaridad, Amistad y Ayuda Mutua para resistir los planes que el presidente Miguel Alemán (1946-1952) preparaba contra los trabajadores mexicanos.

Era la alianza de los trabajadores que se oponían a la CTM (Central de Trabajadores de México), sindicato controlado por los patrones y el Estado.
El gobierno mexicano que había ascendido en 1946 pretendía lograr un cuantioso nivel de desarrollo económico impulsando la industrialización del país. Para esto, requería de grandes flujos de capital privado (nacional y extranjero) y, por tanto, una fuerza de trabajo más dócil que no obstaculizara las ganancias capitalistas. Era la época de la “modernización”.

Por eso el 26 de octubre de 1948 el gobierno había aprehendido a los dirigentes ferrocarrileros Valentín Campa y Luis Gómez Z. –sostenedores del Pacto de Solidaridad, Amistad y Ayuda Mutua– e impone como dirigente a “El Charro” Jesús Díaz de León –de ahí el origen de la palabra charrismo–. Inmediatamente después la policía tomó por la fuerza todas las secciones del sindicato ferrocarrilero. El mensaje era claro: la autonomía sindical no tiene cabida en el proyecto de modernización económica.

Controlado el STFRM (Sindicato del Ferrocarril de la República Mexicana), los trabajadores mineros y petroleros convocan a un congreso para discutir la alianza. De ahí se crea la Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM), el 22 de junio de 1949. Esta Unión levantaba la bandera del “internacionalismo proletario”.
Pero antes de finalizar el año, el gobierno lanza una ofensiva contra el sindicato petrolero usando los mismos métodos que contra los trabajadores del ferrocarril. Nuevamente se impone un incondicional de Alemán. Nuevamente, la democracia sindical es desgarrada.

Quedaba en pie ya solamente uno de los tres pilares del sindicalismo independiente. El gobierno preparaba el tercer charrazo. La dinámica de la VI Convención Nacional del Sindicato Minero no fue diferente a la de sus aliados del Pacto. Por medio de delegaciones espurias e impidiendo a las verdaderas secciones elegir, el gobierno logró controlar y amañar las votaciones. Jesús Carrasco, un hombre que ni siquiera había sido delegado al Congreso, se convirtió así en el nuevo dirigente.

Pero esta vez los trabajadores contraatacaron. A la convención controlada y espuria, los valientes mineros le opusieron una nueva convención en una fecha posterior donde asistieron más de las dos terceras partes de los 52 mil mineros y que fue apoyada por las bases de las secciones más importantes del sindicato, entre ellas la 14 y su fracción I, de Nueva Rosita y Cloete, y la 28 de Palau, ambas de Coahuila. Resultó electo Antonio García Moreno y desconocieron al gobiernista Jesús Carrasco. Los mineros dejaban así una importante lección: el charrismo sindical no es invencible.

La huelga

La patronal y el gobierno no podían permitir semejante ejemplo. Constantemente hostigaban a los mineros para que reconocieran a una dirección que ellos no habían votado. En Coahuila, el estado con más afiliados al sindicato minero, la Mexican Zinc Company y la Compañía Carbonífera de Sabinas, del monopolio American Smelting and Refining Company (ASARCO), en complicidad con la Secretaría de Trabajo, desatendían las demandas de la sección 14 por no reconocer a Carrasco como dirigente.

Las represalias frente a la insubordinación iban desde el desconocimiento de derechos sindicales hasta la suspensión del salario. Pero ante esto, los trabajadores de la sección 14 de Nueva Rosita lanzan un pliego de peticiones con emplazamiento a huelga, demandando les sean restituidos todos sus derechos y el cese de las represalias. La huelga estaba por estallar.

Poco les importó que la Junta de Conciliación y Arbitraje no haya tomado en cuenta su pliego, por no estar firmado por “el verdadero Comité Ejecutivo General reconocido por la Secretaría del Trabajo”. Tampoco les intimidó que el Ejército ocupara su local sindical. Mientras los soldados les apuntaban postrados en las azoteas, los casi seis mil mineros se reunieron en la plaza de Nueva Rosita para votar la huelga que iniciaría el 16 de octubre.

La mañana del 16 de octubre se presentaron a trabajar como cualquier otro día. La costumbre era iniciar las huelgas a las 10 de la mañana y dar un silbatazo para avisar a todos. También había silbatazos para indicar la hora de entrada y de salida y la hora para comer. La patronal puso seguridad para garantizar que ningún silbatazo se diera. Los trabajadores precavidamente cambiaron la hora del estallamiento de huelga a las 12 pm, que era la hora en que tenía que sonar el silbatazo para ir a comer, pero a las 12 tampoco sonó el silbato. Sin embargo, los trabajadores tomaron otra precaución: ese día cada quién llevaba su reloj.

Y entonces, con reloj en mano, los trabajadores salieron a la huelga.

La patronal ASARCO y gobierno reaccionaron con todo. Sacaron al Ejército a patrullar por toda Nueva Rosita con pick-ups y megáfonos para “alertar” de la ilegalidad de la huelga. Amenazaban también con rescindir los contratos si los mineros no volvían en menos de 24 horas. No podían estar más de tres personas reunidas en la calle. Había soldados por todas partes. Era un verdadero estado de sitio.

Se cerró la clínica y la cooperativa del municipio, que pertenecían al sindicato minero. También contrataron esquiroles y se intentaba convencer a las familias de los obreros que éstos volvieran al trabajo. La determinación de los mineros de Nueva Rosita no debía ser tolerada.

La huelga fue abrazada con inmensa solidaridad. “En el Distrito Federal se formó el Comité Nacional de Defensa y Solidaridad con las Huelgas Mineras. También los campesinos de La Laguna colaboraron. Además, enviaron sus contribuciones la Federación Sindical Mundial y sindicatos mineros de Alemania Democrática, Polonia, Estados Unidos, Canadá, China, Rumania y Checoslovaquia, entre otros. Por su parte, las esposas de los huelguistas se integraron en la Alianza Femenil Coahuilense, que se dedicó a la labor de “convencimiento de los vacilantes”, entre otras tareas” (CARLOS ALBERTO QUIÑONES AGUILAR, Huelga de mineros de Nueva Rosita y Cloete, 1950-1951)

La inhumana reacción de la minera ASARCO de negar de alimentos y atención médica a los mineros (al cerrar su cooperativa de consumo y la clínica donde se atendían) empezó a cobrar agotamiento en las filas de los trabajadores. Aún y con la gran solidaridad mostrada, después de algunos meses no eran suficientes los recursos. Hacía falta que el movimiento se dotara de una solidaridad más activa, con huelgas en otras minas y otros sectores industriales en apoyo a Nueva Rosita y por sus propias demandas. Sin embargo, la dirección que era afín a Lombardo Toledano (en ese momento “opositor” al ser despedido de la CTM) optó por abrazar la estrategia legalista de hablar con el presidente. Pero la tendencia a la autonomía sindical apenas mostraba sus primeros bríos. El ataque del Estado y la patronal a la libertad sindical, desde los ferrocarrileros, pasando por los petroleros hasta llegar a los mineros, había sido muy duro, pero estaba lejos de ser definitivo para quebrar las fuerzas de la clase obrera. Esto se verá cuando 8 años después, Demetrio Vallejo gana las elecciones del Comité Ejecutivo del sindicato del ferrocarril (STFRM) al vencer al candidato charro por 59 mil 579 votos contra nueve, acontecimiento que permitirá unos meses después la gran huelga victoriosa del 58-59.

Finalmente, después de varios meses, la sección 14 opta por emprender una larga y tortuosa marcha hacia el Distrito Federal para negociar con Miguel Alemán conocida como La Caravana del Hambre.

Sus demandas eran las siguientes: reconocimiento del Comité Ejecutivo independiente, devolución de la clínica, la cooperativa, el local sindical y el pago de los salarios caídos y gastos del conflicto. El presidente envió una comisión para dialogar, pero la decisión del desconocimiento de huelga no iba a cambiar. El fallo de la comisión fue a favor de la ASARCO y los trabajadores regresarían derrotados a Coahulia.

 

Conclusiones


La Huelga de la sección 14 de los mineros de Nueva Rosita deja importantes lecciones. Una de ellas es que no se puede confiar únicamente de métodos legalistas para hacer triunfar la huelga. Los patrones como la ASARCO tienen bastante influencia en el gobierno y sus instituciones como para obtener un fallo favorable. Es necesario confiar únicamente en las fuerzas de los trabajadores y de sus compañeros de clase para arrebatar el triunfo a los patrones y el gobierno. Por eso, las luchas como la de los mineros coahulenses en 1950 no deben quedar aisladas.

La segunda lección es que el charrismo sindical no es invencible. A la injerencia de la patronal en los sindicatos, los mineros le opusieron una valiente resistencia que resultó en la elección de un Comité Ejecutivo distinto al charro. Que la lucha no terminó en victoria no se debe sino a que el camino a la autonomía sindical apenas en iba en sus primeros pasos. Además, la lucha de los mineros de Nueva Rosita es reivindicable por cuanto significaba la otra cara de la clase obrera, la combativa, en el marco de la hegemonía de la gobiernista CTM.

Hoy, que los derechos de los obreros vienen siendo desgarrados, es importante volver a la huelga de Nueva Rosita de 1950. Mientras se termina de escribir este artículo, se está finalizando el recuento por la disputa del contrato colectivo de los trabajadores de Honda entre el sindicato independiente STUHM y los charros del CETEAMI, adherida a la CTM. Con presencia de la policía federal y estatal dentro de la fábrica durante la votación, con presencia de golpeadores de la CTM fuera de las instalaciones, con amenazas dejar a más de 1700 obreros en la calle y con inyección de votos, parece indicar que la CETEAMI, de la mano del gobierno y patronal, logró imponerse por la mínima ventaja de 117 votos. Como en Mayo de 1950, la patronal y el estado se entromete en las decisiones de los trabajadores. Es importante que el STUHM no de su brazo a torcer y continúe la lucha por medio de la movilización por su derecho a la organización independiente sin confiar en el Estado.

 

Un protagonista de la lucha de Nueva Rosita contaba:


“¿Cuáles eran los derechos por los que peleábamos? Sencillamente nuestra libertad y autonomía sindical y nuestro derecho a estallar la huelga. Esa era nuestra bandera. Dos cosas que no se le pueden negar a un trabajador y a una organización. Tenemos razón ¿Por qué nos niegan la razón?, ¿Por qué nos niegan la justicia?, Que reconozcan nuestro comité y volvemos inmediatamente, lo demás como quiera lo arreglamos. Que no se entrometan con nosotros, que no nos impongan gente. Nosotros no estamos acostumbrados, ni lo admitimos. Nos vamos a morir teniendo la razón.” (Victoria Novelo Pequeñas historias de grandes momentos de la vida de los mineros del Carbón de Coahuila)

 

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