El Ángel escuchó el “Ya basta” de los periodistas mexicanos

Alejandro Melgoza / @RHashtag / revolucióntrespuntocero.com /diario19.com

Periodistas, activistas y miembros de la sociedad civil se dieron cita en el Ángel de la Independencia para manifestar su rechazo a la situación de violencia que enfrentan amplios sectores de la prensa nacional. Con la consigna “Contra sus balas, nuestras palabras” y “Prensa, no disparen”, los asistentes a la concentración manifestaron la situación de inseguridad y precariedad que viven los periodistas del país, así como el abandono en el que las autoridades han dejado a este sector. Miembros del Colectivo Prensa No Disparen exigieron a Enrique Peña Nieto, presidente de la nación, que garantice las condiciones de seguridad que se requieren para ejercer adecuadamente su labor informativa.

Entre los testimonios de quienes han tomado la palabra en la concentración, se encuentra el de Mario Alberto Segura, reportero que fue secuestrado, quien afirmó temer por su integridad. Elena Poniatowska, ganadora del Premio Cervantes de Literatura, acudió a la marcha con una imagen de la periodista Regina Mártinez, asesinada en abril del 2012. Además de la movilización en la capital, en lugares como Morelos y Tuxtla se registran manifestaciones semejantes.

“Nunca pensaste en tu familia realmente hasta ese momento cuando estás por morir”.

En la explanada del Ángel de la Independencia cuatro reporteros cargaban un ataúd oscuro cuya tapa estaba poblada por las fotos en blanco y negro de Gregorio Jiménez de la Cruz, Regina Martínez y Victor Baez. Los tres, periodistas veracruzanos asesinados en la admnistración de Javier Duarte de Ochoa. Con flores a un lado, periódicos y un letrero cuyo mensaje rezaba: “Sin periodistas no hay democracia”, además de cámaras que apuntaban para capturar a un reportero mexiquense que señalaba “temer por su seguridad”, debido a sus coberturas en el oriente del Estado de México.

El silencio es el eco dominante entre decenas de periodistas reunidos sosteniendo carteles con el recuerdo fotográfico de los colegas, asesinados durante los 13 años de los gobiernos panistas. Todos miran absortos, unos se empujan para conseguir la foto, pero también hay familiares quienes derraman lágrimas con sus rostros dibujados de preocupación; preocupación que evidentemente se debe a los “más de 80 periodistas asesinados y 18 desaparecidos”, como reclamaba la corresponsal de Reporteros Sin Fronteras, Balbina Flores, mientras el sol penetraba en sus ojos provocándole que los cerrara.

“¡Extra, extra! 90% de las agresiones contra periodistas quedan impunes… ¡extra, extra!, por cada periodista asesinado la gente deja de saber, con cada periodista asesinada la sociedad queda más ciega, más muda”, gritaba el activista, Daniel Gershenson, en tanto sonaba la sirena de una patrulla de la SSPDF que estropeaba el decibel de las palabras expandiéndose en Avenida Paseo de la Reforma. Allí estaba la periodista, Daniela Pastrana y Marcela Turati, de la organización Periodistas de a Pie, quienes sostenían la manta con el lema “Prensa, no disparen”.

De pronto se abrió pasó en medio de ellas un colega del reportero Luis Cardona, secuestrado el 19 de septiembre de 2012 en Chihuahua, quien leyó su discurso titulado “No esperemos a ser víctimas” debido a que no pudo asistir. “Cuando dejan de torturarte, te duermes, no lloras, no maldices, no te encabronas, sólo estás triste pensando en tu hijo menor, es tan cierto que tu trabajo te llevó hasta ahí, porque sabías que eso podía suceder, pero nunca pensaste en tu familia realmente hasta ese momento cuando estás por morir. En ese momento, los rostros gesticulaban de forma amarga, con “nudos” en la garganta y el sonido de los obturadores sacando foto tras foto, camarógrafos grabando pero también sujetando letreros llenos de consignas, otros más sólo interesados por sacar la nota.

Añadió: “Por eso me alegré tanto cuando me dijeron que Goyo estaba vivo, dije hacia dentro: uno igual que yo estuvo al filo de navaja; yo también denuncié secuestros, me amenazaron con matar a mi familia si presentaba una denuncia, ¿por qué me dejaron vivo?, lo ignoro, no me importa, estoy vivo, ahora sé que Goyo no lo logró, me duele porque no sabe ahora lo que significa la vida para sus seres queridos”. Más adelante se leyó el posicionamiento de la iniciativa “Prensa, no disparen”; los ciclistas volteaban a ver para saber de qué se trataba, algunos paraban, otros seguían y unos más estacionaban sus bicicletas para poner atención.

“Los ciudadanos se preguntan ¿qué hacen los periodistas tomando las calles? ¿Por qué se concentran en el Ángel de la Independencia, en esta plaza y en una veintena de ciudades del país? Les parece raro que hoy no estamos con libreta, cámara o grabadora persiguiendo las noticias y es que hoy somos los protagonistas de las noticias. Hoy no vinimos a cubrir una manifestación, hoy vinimos a manifestarnos.

Los rayos del sol arreciaban. Había periodistas, estudiantes de periodismo, familiares de los profesionistas, columnistas, defensores de derechos humanos y organizaciones. Siguió el discurso: “El martes 5 de febrero amanecimos con la angustiante noticia de que nuestro colega, el reportero Gregorio Jiménez de la Cruz, Goyo para sus amigos, había sido secuestrado en su domicilio de Villa de Allende, Coatzacoalcos, al sur de Veracruz. Su desaparición provocó la movilización de sus compañeros que no dejaron ni un día de manifestarse. Además, miles de colegas en todo el país y en el extranjero hicieron suya una misma exigencia: `Queremos vivo a Goyo, queremos vivo a Goyo´.

No sirvió de nada. Una semana después, el pasado día 11, Goyo fue encontrado en una fosa del municipio de Las Choapas. Estaba decapitado y su cuerpo mostraba las huellas de la tortura”. Se mencionaron las cifras, las más altas de la historia de México, quien está posicionado en “la lista negra”, entonces surgió a viva voz como dardo directo a los manifestantes: “En México muchos periodistas no mueren de vejez o muerte natural. No mueren por fuegos cruzados o porque pisaron una granada como en las guerras.

En México existe una cacería de periodistas. Son sacados a la fuerza de sus casas, emboscados en las calles, perseguidos hasta adentro de sus redacciones”. Justo en ese lapso, un hombre regordete de tes morena volteó con los ojos irritados -claro síntoma para derramar lágrimas- y abrazó a su colega. Le dijo: “estoy muy triste hoy, no puede ser que siga esto”, acto siguiente se alejó del tumulto para sollozar. El reclamó siguió: “En México la información molesta e informar se paga con la muerte.

Los periodistas vivimos con una pistola apuntándonos. Cada vez es más difícil saber los intereses que nuestra información lastima. Hacer periodismo es caminar sobre terrenos minados. Los silenciadores tienen muchos rostros. Pueden ser gobernantes en turno, autoridades, policías, miembros del crimen organizado, empresarios o los poderes fácticos.

Los silenciadores pueden callar a cualquiera porque saben que nunca recibirán castigo”. El silencio entre los presentes era imperante cuando la sentencia fue lanzada a los aires: “Estamos aquí porque no queremos seguir enterrando a colegas. No queremos seguir colgando moños de luto en nuestras redacciones. Nos rebelamos a la intención de ponernos una mordaza”. Posteriormente se realizaron exigencias al procurador General de la República, Jesús Murillo Karam; al gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, y al presidente de la República, Enrique Peña Nieto.