Dos meses de dolor, reflexión, estremecimiento, temor y compromiso / ¡Adelante periodista!

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Reflexiones / Luis Cardona

 

periodistas desplazados

Dos meses se han ido volando. Rubén Espinosa perdió la vida. Un periodista mexicano más asesinado. Los teatros, las filtraciones, las mentiras, los escándalos, la criminalización, las inoperantes ONG, los mecanismos burocráticos de protección a periodistas, la autoprotección. Todo valió madre. Lo evidente es que no existe un lugar en México que sea seguro para los ciudadanos periodistas, para nadie.

Morir es fácil, les digo. Solo se va la luz. Entonces el periodista se vuelve famoso, cuando allá donde ejercía su compromiso social era invisible hasta que el poder decide que su vida se termina.

Todo este temor, esta impotencia, el coraje insumiso, no lo calman las estadísticas de ninguna Organización no gubernamental por más famosa que sea. Así como murió Rubén han muerto decenas más de periodistas en los Estados de la República, en la impunidad total, ajenos a la justicia de un Estado corrupto que se colude con el crimen para asesinarnos, secuestrarnos, amenazarnos, callarnos a chingadazos. A como de lugar.

La reflexión en nuestras platicas. El ¿ahora que vamos a hacer cabrón?, no nos deja dormir. Unos cierran las puertas, no salen más que a trabajar y en el trayecto manejan su paranoia. La mayoría niega el miedo para no transmitirlo al compañero. Somos entes de una misma especie, desplazados, agredidos, estigmatizados. Te das cuenta que a todos les valemos madre, que solo a los verdaderos camaradas les importamos y son muy pocos. Solo nosotros.

Cada vez que matan a un periodista nos unimos más en éste reducido grupo que a nadie importa. Del que muchos se aprovechan para cubrir sus necesidades de fama y magnanimidad mal habidos, con fondos de organizaciones filantrópicas que lavan su dinero en arcas que no nos defienden, que no garantizan la seguridad de nuestras familias, que solo te llaman para invitarte a sus ignominiosos aniversarios, mientras tu recorres los vagones del metro sintiendo la presencia de la muerte en cada rostro, en cada ser que se para junto a ti.

Así es México, el país de la impunidad.

Los periodistas desplazados somos recordados incluso por nuestros propios compañeros, solo cuando acontecen situaciones tan lamentables como el asesinato de un compañero. De ahí en fuera a nadie le importas, como todo con el tiempo dejas de ser noticias.

Las ONG se desgarran las vestiduras, su ropa de marca, descubren el hilo negro de las agresiones en WEBs insultantes, que solo reflejan el nivel de oprobio, de ineficacia de un Estado podrido, al que siguen el juego del gato y el ratón.

Compañeros el Estado nos agrede, y el Estado debe ser garante de nuestra seguridad. Increíble sentencia. Debemos exigir al Estado su responsabilidad hacia nosotros. Por eso debemos acogernos a sus mecanismos de protección, para desde adentro presionar porque sean 100 por ciento efectivos. De otra manera seguiremos siendo caldo de cultivo de gente que ve en las ONG la forma de vivir a toda madre a costa de nuestro sufrimiento por ejercer el periodismo.

Basta ya de ser la estadística que de bebida y comida en los mejores antros y restaurantes a toda esa gente que desde su imagen controlan grupos de “redentores” chavitos de lana asumiendo el papel de Madre Teresa para pasar la vida a toda madre haciendo libritos y ensayos sobre nosotros, revictimizándonos sin cesar.

No se vale que líderes de ONG nos contrapongan inecesariamente a los mecanismos creados bajo presiones nuestras, por el Estado para nuestra protección. Eso conviene solo a las ONG para seguir obteniendo recursos económicos a nuestras costillas.

Las ONG mientras no se rediseñen y continúen emergiendo como “solución” a la responsabilidad del Estado, seguirán siendo lo que señalo. Nada, simples recolectores de datos para estadísticas de revistas caras que regalan en sus instalaciones a las víctimas para que sepan que ya son parte de ellas, pero no más.

Creamos en nosotros mismos, en nuestra capacidad de agrupación de autoprotección. Como periodistas debemos estar más unidos cada vez, en cada rincón sin discriminación, porque no existe un solo nivel de periodismo que no sea atacado por el poder, en cualquiera de sus manifestaciones.

Existen organismos dignos y honestos, creados por verdaderos periodistas que no se asumen como “protectores del periodismo en México”, que son mucho más efectivos en acciones de capacitación y nos muestran el camino sin tener que quedar a deberles el favor.

Reporteros sin Fronteras, Periodistas de pie en el DF, y otras organizaciones al interior de la República como redes de periodistas, saben mejor que nadie el camino correcto a seguir en prevención y actuación en casos de agresiones.

Desafortunadamente el mecanismo de Protección a Periodistas es un monstruo sin cabeza que no ha aprendido a caminar. Por eso debemos hacer que camine. Es un derecho que tenemos acogernos a su protección, y una responsabilidad del gobierno hacer que fluyan las condiciones necesarias para ello.

Quienes hemos estado al borde la muerte, quienes hemos sido agredidos, sabemos de lo que se trata, no permitamos más que la impunidad se convierta en estadísticas de organizaciones no gubernamentales creadas para vivir del abuso de las víctimas.

Yo no creía a Mario, el primer periodista mexicano que se acogió a las medidas del Estado, tardé un año y medio en darme cuenta. Un año y medio perdido. Hoy se que no había otro camino, tenía razón.

Por eso compañeros recomiendo que nuestra lucha sea por nosotros mismos y presionemos a las instancias del Estado a tomar la responsabilidad que le corresponde en la seguridad de los periodistas agredidos.

Mi profundo dolor por la muerte de Rubén, Gregorio, Moises, Armando, Juan, Regina, Buendia, y esa lista interminable de compañeros que han partido en más de treinta años de atentados a periodistas en México.

Morirse es fácil les digo. Aguantar el calvario que sigue al secuestro o la agresión es lo que está de la chingada. No duermes, no descansas. Jamás será lo mismo. Jamás.

 

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