Inquisición, Corrupción e Impunidad: Debacle del Sistema de Justicia

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E. Rosales / @elpolitigrillo

Mientras el mundo migra a un sistema de justicia más equitativo, sencillo y accesible, el México de los grandes capos se mantiene en la Edad Media. Es evidente el retraso que sufre nuestra nación en materia persecución del crimen y aplicación de la justicia. Arbitrariedades, montajes, corrupción, incompetencia, arraigos infundados y presunción de culpabilidad plagan los procesos de aplicación de la ley. Vivimos en un país carente de legalidad y “sin la justicia, los reinos son sociedades de bandoleros” (San Agustín).

La presunción de inocencia es un aspecto clave para la justicia. Ningún acusado puede ser culpable hasta que se compruebe su delito, de lo contrario su inocencia debe permanecer intacta. Sin embargo, en México hemos presenciado una aplicación totalmente inversa, inquisitoria y arbitraria. El empleo del arraigo y la reclusión de presuntos culpables a veces por años es un hecho real y muy lamentable. Incluso las fuerzas armadas frecuentemente torturan o hasta “abaten” a individuos cuya culpabilidad no ha sido ni remotamente estudiada y menos comprobada.

La corrupción rampante es parte importante del sistema de justicia. Los intereses personales y privados se sobreponen a los intereses de la justicia y a las necesidades de la nación. Beneficios y sumas son el precio de la justicia o la injusticia, definiendo aquello la posición del mejor postor en el caso en cuestión. El acceso a la justicia es para los ricos, los poderosos y los influyentes, el resto de la población debe conformarse con el ineficiente sistema burocrático y la escasa utilidad de un abogado de oficio.

Justos por injustos y culpables por inocentes, la impunidad lo permite todo. No sólo  el acceso a la justicia es utópico, sino que la permisividad es total. No hay historia imposible. Los casos más descabellados incluyen servidores con increíbles patrimonios millonarios que aparecen de la nada, fugas telenovelescas de penales de máxima seguridad, colusión de altos funcionarios de gobierno en actividades propias del crimen y “abatimiento” de inocentes sin explicación alguna por parte de las fuerzas del orden. Los crímenes que se castigan se seleccionan con dudoso criterio, el resto permanece en la impunidad.

Han pasado los tiempos en que los inquisidores administraban la justicia según los intereses eclesiásticos en perjuicio de la población, y, sin embargo, el viejo molde permanece. Detenciones por dedazo, montajes e inconsistencias garrafales, juicios injustos y crímenes no cometidos… Muchos que ingresan como trofeos son liberados por falta de pruebas o por inconsistencias en el proceso, mientras que otros se ven sometidos a largos procesos y sentencias inmerecidas a costa de montajes y fabricación de pruebas.

Mientras la mayoría de los países logran importantes avances en materia de acceso a la justicia, el nuestro batalla con los fantasmas del pasado. Como si de una casa embrujada se tratase, nuestro sistema de justicia acusa los monstruos de una historia de injusticias, sangre, corrupción y crímenes. Las cárceles se llenan, pero los crímenes no disminuyen. La justicia falla en su aplicación más básica. Los sistemas de prevención del crimen son nulos y carecen de impacto alguno en la vida de la población más susceptible.

La justicia está vendida a precio de intereses económicos y políticos. Nuestro México se convierte en una “sociedad de bandoleros”. La carencia de respeto al derecho ajeno nos aleja de la paz… Realidades de un sistema de justicia en proceso de demolición… la realidad de una nación que pudiendo estar en la era moderna, se encuentra en la época en que los inquisidores administraban la justicia a conveniencia.

Érase una vez un país en que los monstruos del pasado reinaban y aplicaban la justicia en beneficio de unos pocos y en perjuicio de los muchos… Érase una vez México.

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